[Crónica] Problemas de espíritu, de frente y de perfil

Al parecer, mi posición en torno al genocidio que se está llevando a cabo contra el pueblo palestino y su consecuente denuncia, protesta y reclamación, frente a la inmisericorde blitzkrieg del Estado de Israel, me han transformado en un peligroso «antisemita».

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 6.11.2023

Es difícil entender que la mayoría de las fotos de perfil sean imágenes tomadas de frente. Eso sería poca cosa, pero que «su perfil esté con problemas y restricciones en su cuenta de Facebook», resulta inquietante para un escriba viejo como yo, de torpe manejo digital y de visión algo precaria.

Me dicen que Facebook es propiedad de una familia estadounidense, sionista y acaudalada, dueña de una gigantesca transnacional de las comunicaciones y plataformas cibernéticas, llamada Meta. Una sugerente palabra castellana, asociada al verbo meter, introducir (vulgo, «mandar a guardar», léxico urbano chileno).

Al parecer, mi posición en torno al genocidio que se está llevando a cabo contra el pueblo palestino y su consecuente denuncia, protesta y reclamación, frente a la inmisericorde blitzkrieg del Estado de Israel, me han transformado en un peligroso «antisemita».

Los SS de la censura no han considerado mis atenuantes: ser un lector asiduo de Fernando de Rojas, Miguel de Cervantes (sefarditas); de Franz Kafka, Max Weber, Sigmund Freud, Walter Benjamin, Primo Levi, Isaac Bashevis Singer, Stefan Zweig, Hannah Arendt, Simone Weil, Gertrude Stein… Sí, de Gabriela Mistral, amante del pueblo judío, hebrea de corazón, ella.

Estos maniqueos se parecen mucho a los nazis de los años 30 y 40 del pasado siglo, que llamaban «antigermanos» a quienes abominaban de Hitler y de sus secuaces. Como si tuviéramos que sentar a la misma mesa a Goethe, Hegel, Beethoven, junto a Goebbels, Hess o Ribbentrop.

 

Un testigo insobornable de su tiempo

Admiro al pueblo hebreo, a los judíos y también a los israelitas civilizados, cultos y de grande corazón. Mis escritos de medio siglo lo refrendan, sin necesidad de un extemporáneo acto de contrición.

Hace poco, releí las terribles peripecias padecidas por Walter Benjamin, en 1940, cuando huía de las persecuciones de nazis y de franquistas, con el trágico desenlace del suicidio en un hotelucho de Portbou, portando el tesoro de un maletín con sus escritos postreros.

Asimismo, Stefan Zweig y su compañera, en Florianópolis, en 1943, yacentes y sumidos en el sopor del veneno, como refiere su amiga chilena, Gabriela Mistral. Perseguidos por la locura homicida de un mundo que parecía precipitarse en las hogueras del apocalipsis.

Sí, ante la invasión del estado militarista de Israel, tomo partido por la martirizada Palestina.

Y hago mías las palabras del argelino-francés, Albert Camus: «El escritor debe ser, ante todo, testigo insobornable de su tiempo».

Lo demás es paja muerta, de frente o de perfil.

 

 

 

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Edmundo Moure Rojas es escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Sus últimos títulos puestos en circulación son el volumen de crónicas Memorias transeúntes y la novela Dos vidas para Micaela.

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Franja de Gaza luego de un ataque militar por parte de Israel.