[Ensayo] «Tordo»: El tótem que nos acompaña

El poemario del creador chileno Diego Alfaro Palma (en la imagen destacada, junto a su fiel esposa), acaba de ser reeditado por la editorial Cuneta, a seis años desde que se hiciera con la respectiva categoría lírica en el Premio Municipal de Literatura de la ciudad de Santiago, en 2015.

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 8.9.2021

Es casi medianoche, estoy entre el sonsonete de la máquina de coser y el rumor de la ciudad dormida tras la llovizna, que se filtra por la ventana entreabierta.

Un niño tose, las banderas se agitan como prendas despercudidas, hay un aroma a despedida, como la retirada de las tropas norteamericanas en Afganistán.

Parece un buen momento para revolotear en torno a la relectura de una obra capaz de engarzar ese tipo de imágenes y emociones con fluidez y un dolor decantado, bañado por la belleza y la inteligencia.

Me refiero a Tordo, el poemario de Diego Alfaro Palma, que ha reeditado la editorial Cuneta a seis años de que se hiciera con el Municipal de poesía.

El animal totémico que cuida e inspira al autor predice la lluvia, resuelve adivinanzas y responde con verdad, según la mitología mapuche, se apunta en las primeras páginas del conjunto.

Y desde allí se va construyendo una tonalidad, un canto que conjuga los desplazamientos entre varios escenarios (desde los pianistas en Sarajevo hasta el cementerio de Punta Arenas), los juegos entre el horror y el asombro que emergen cuando la experiencia cotidiana es remecida por los temblores de la historia o las catástrofes climáticas, y los varios matices anímicos que van desde la soledad hasta el amor, del cual reflexiona en el poema «Madriguera»: “El amor ya no es lo que habita entre medio, sino el dolor que nos une a otros.”

 

Una arquitectura subyacente

Esta obra comenzó a escribirse entre correcciones de pruebas escolares, durante las protestas del 2011. Y el resabio a lacrimógenas, a luchar por una u otra causa común, a decepcionarse y perseverar, o quedar en el camino como la mejor alumna que se fue por la puerta oscura del suicidio, permea gran parte de los poemas.

No queda espacio ni inocencia sin allanar, la violencia y la avaricia son moneda común, el mundo se desintegra frente a nuestros ojos, pero todavía trina el tordo, y en su canto se oye el eco de una esperanza, acaso similar a la que enunció Dostoievski, cuando dijo que la belleza salvaría al mundo.

Si bien en estas páginas nadie se dedica a salvar a los demás, si se cuenta con ese eco en el equipaje lírico, en la forma que tiene un profe de acompañar a sus alumnos jugando a las mímicas cuando no tienen dónde ir.

Pero en ningún momento se publicita tal o cual posición, no es la ideología lo que sostiene el fondo de la escenografía, sino una amplitud heterodoxa, una capacidad mesurada y certera de tejer escenas, de dar cabida a un momento en una arquitectura subyacente.

A eso ayuda la escasez de puntuación, que abre brechas entre las oraciones, nunca ripiosas, sino sugerentes. Fisuras a través de las cuales resuena la música y no se impone un significado, sino que el lienzo se expande y nos incita a participar del poema.

 

Marchar hacia adentro

Esta manera de intercalar pequeños poemas en prosa y otros verticales, que caen como un salto de agua con su suave melodía, me recuerda lo que mencionaba Williams Carlos Williams, en El poema como un campo de acción, esa invitación a que los poetas asimilen los descubrimientos de la relatividad general en la estructura del poema, que alcancen una versatilidad que no reniega de la métrica tradicional, sino que reúne la música pero también la maleabilidad inusitada e incierta con que está conformada la realidad.

Y Diego Alfaro Palma, librero, ciclista y anti especialista, logra con creces ambos objetivos, pues al leerlo nos da la impresión de que no hay nada fijo, de que ciertos recuerdos recobran su dimensión en el presente y lo que acaece en Siria afecta el fuero anímico de quien escucha las noticias.

Así el poeta nos acompaña, con muchas más preguntas que sentencias, alejándose desde una intimidad que está al alcance de la mano: “Marchando hacia adentro, despido cada mañana a la humanidad, secándose al sol como frutas sobre un techo.”

Este poemario a dos partes, una de poemas cortos y otra con un largo poema en secuencias, asemeja a los animales totémicos que revolotean en sus páginas: cuando menos lo esperamos nos hace llegar un canto, una brisa fresca y el ideograma del plumaje alado que nos ayuda a detenernos, a respirar y vaciarnos; a aceptar las idas y vueltas, y maravillarnos con todo aquello que dejamos pasar: “hay algo bello y terrible en el desarmarse de un diente de dragón / mañana habrá algo que reemplace lo que existió / y no nos percataremos”.

 

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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, barista y brigadista forestal.

Actualmente reside en la ciudad Punta Arenas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Tordo», de Diego Alfaro Palma (Editorial Cuneta, 2021)

 

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Imagen destacada: Diego Alfaro Palma.