[Columna] «Brain, Heart, World»: Mientras suena el tictac de la pornografía

La plataforma Fight The New Drug —una organización norteamericana que advierte contra los efectos nocivos de la industria cinematográfica de carácter sexual—, afirma que en mayo de 2021, solo en los Estados Unidos, los sitios porno recibieron más visitas que Twitter, Instagram, Netflix, Pinterest y LinkedIn, juntos.

Por Juan Ignacio Izquierdo Hübner

Publicado el 12.8.2021

Cherice es una joven alegre que después de muchos años de lucha consiguió superar su adicción: “La primera vez que vi pornografía —dice con admirable fortaleza— tenía 10 años… Pasé de ver fotos a ver películas y comencé a recluirme, a aislarme… Ahí fue cuando todo se salió de control”.

Conocí este testimonio, y otros muy conmovedores, en un documental del año 2018 que me pareció extraordinario: Brain, Heart, World, que lanzó Fight The New Drug, una organización americana dedicada a crear conciencia sobre los efectos dañinos que tiene la pornografía en las personas, a partir de los datos que ofrece la investigación científica y de testimonios personales. Me quedé bastante alarmado y con ganas de comprender mejor la realidad de esta nueva forma de pobreza.

Dentro de nosotros palpita un deseo de intimidad y de ternura tan fuerte como la sed. Vamos por la vida buscando saciar ese anhelo, pero no siempre damos con el agua adecuada. Mientras tanto, una industria millonaria se aprovecha de nuestra necesidad para ofrecernos botellas con agua de mar, que hacen mal a niños y adultos.

La abundancia de espectáculos pornográficos que están circulando por internet, en los que se estruja la sexualidad para quitarle lo mejor (el amor personal, el compromiso, su intimidad) y dejarla solo con sus emociones más brutales, están atrofiando la sensibilidad y desequilibrando los espíritus de millones de personas.

La pornografía es una simulación denigrante del amor humano que abarrota la memoria de los espectadores con imágenes perturbadoras: es mucha agua, pero salada; en lugar de saciar, deshidrata; promete alivio, pero intensifica la avidez.

Y la industria pornográfica va teniendo dimensiones cada vez más tenebrosas: al otro lado de la pantalla, mujeres coaccionadas o maltratadas que se prostituyen; y por este lado, adicciones, problemas psicológicos y corrupción de la sensibilidad en un público multitudinario.

Entre los datos que ofrece la plataforma antes citada, hay uno que nos ayuda a vislumbrar la extensión que tienen los tentáculos de esta hidra: en mayo de 2021, en Estados Unidos, los sitios porno recibieron más visitas que Twitter, Instagram, Netflix, Pinterest y LinkedIn juntos.

¿Estamos reflexionando sobre esto en nuestras familias y en el país?, ¿nos hemos percatado de las bombas de tiempo con que convivimos, y cuyo tictac suena también en los bolsillos de los niños apenas adquieren su propio celular?

Este problema tan lacerante y masivo nos presenta un doble desafío: por un lado, es necesario promover una mejor información sobre las consecuencias que la pornografía causa en el cerebro, el corazón y en la sociedad, de modo que podamos decidir con mayor libertad; y, por otro lado, debemos advertir en estas costumbres un síntoma de la grave carencia de amor que padecen tantos hogares, para proponernos, con urgencia, ser testigos atractivos del amor auténtico en este siglo XXI.

Muchos lo consiguen y nos dan esperanza, como Cherice.

 

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Juan Ignacio Izquierdo Hübner es abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile, licenciado en teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) y alumno del máster en teología de la Universidad de Navarra (España).

 

 

 

Tráiler:

 

 

Juan Ignacio Izquierdo Hübner

 

 

Imagen destacada: Brain, Heart, World (2018).