[Crítica] «Algo habrán hecho»: Una lectura exorcista

La ópera prima del editor y escritor chileno Rodrigo Barra Villalón (en la imagen destacada) es un ejercicio —para las víctimas del terrorismo de Estado, padecido en el país durante la década de 1970—, de la mejor terapia literaria y creativa.

Por Jaime Vieyra-Poseck

Publicado el 4.7.2022

En su opera prima, el autor muestra una forma de escribir sencilla y directa, quizá por lo mismo, tremendamente eficaz. Da la impresión que te lleva a gran velocidad por un camino lleno de peligrosas curvas y, sin embargo, te sientes seguro de que llegarás vivo.

Las primeras 50 páginas me dejaron un poco sin aire, y debí dejarlo para tomar aliento. Con cierto temor de retomarlo porque las emociones que produjeron en tan corto tiempo de lectura abarcaron toda una vida y muchas vidas, en rigor, las vidas de millones de personas inmersas en una tragedia colectiva: el golpe de Estado de 1973 y sus dramáticas consecuencias entre victimarios y víctimas.

Es insólito que este libro sea quizá «incómodo» tanto para víctimas como para victimarios por partes iguales. Los primeros por razones más que obvias: revivir momentos, quizá los más traumáticos de sus vidas, es un ejercicio tan doloroso como tristísimo.

Para los segundos, por la presunción de lograr que todo un país pase de puntillas un período en el que practicaron el terrorismo de Estado, sin ningún complejo, intentando alimentar la amnesia histórica y justificar lo injustificable.

El libro asombra y te saca de los esquemas aprendidos desde siempre: la forma de escribir dentro de géneros precisos y muy delimitados. No sé exactamente si esto aporta o no. Pero sí sorprende, para bien y para mal, ese cruce de géneros tan sin ningún «permiso» del lector. Y hasta a veces, todo dentro de un mismo relato, como llevándote de una pieza a la otra.

Este «caos» de géneros ilustra muy bien el que se vivió en dictadura con relación al desbarajuste y exceso emocional que nos vimos obligados a soportar. Por eso este libro habría que ubicarlo fuera de los parámetros del análisis «puritano», convencional o académico.

Tal como fue esa época siniestra en la historia del país: se desbordaron todos los límites y se cruzaron por lejos todas las líneas rojas de mínima convivencia que pudieran considerase civilizadas.

 

El asesinato de Marta Ugarte

Aquí existe un caos en la mezcla, en una misma narración, y también de una a otra, de géneros diversos. ¿Un caos apropiado como técnica por el tema caótico que nos narra? Pienso que sí. En ese sentido sería un aporte como recurso narrativo: el asombro de encontrarse a la página siguiente con sorpresas inesperadas.

Chirría un poco el casi explicitar la ideología del autor en los relatos. Sería mejor limitarse a poner los datos y que el lector saque sus propias conclusiones, de lo contrario la propuesta literaria de Algo habrán hecho quedaría sólo para incondicionales, y resta sumar si se tiene la intención de hacerlo para otorgar más calidad a la democracia y, con ello, alcanzar justicias de toda índole.

Pero también es cierto que los eufemismos ideológicos y no nombrar las cosas por su nombre y con propia ideología, de hechos tan dramáticos como fueron los 17 años de terrorismo de Estado, resulta absurdo y hasta cínico. Pero en este dilema, sin duda, hay que salvar el relato y su integridad, más que la opinión de uno mismo.

Quizás ese sea la fórmula de hacer universal y transversal la literatura. Pero no lo sé con certeza; quién podría…

Sin embargo, todo queda silenciado por el formidable esfuerzo de un ejercicio de honestidad, de dignidad, de principios humanistas —¡la Ilustración y su poder para siempre!— que se palpa, se huele, se siente en todo el relato. Ya solo este esfuerzo salva cualquier «desliz» técnico y literario o de superávit ideológico.

Por otro lado, me topé con una narración que me toca. Nos enteramos del asesinato de Marta Ugarte por la página de sucesos que lo presentaban como un femicidio (término que no existía en la época), era un «crimen pasional». Sabíamos que no había llegado al contacto para una reunión del Comité Central. Nadie llegó a esa reunión. Fue el mayor «éxito» de la represión contra el PC: descabezaron el Comité Central en la clandestinidad.

Yo estaba escondido, recién saliendo de la niñez, en la casa clandestina de una persona que debía reunirse con ella. Nunca olvidaré aquel desayuno, cuando leímos en el periódico sobre su asesinato. No hubo tiempo de llorar. Las medidas de seguridad estaban fracturadas.

Viajé a Concepción. Pero esa madrugada quedó grabada en mí para siempre y, después de más de 40 años escribí el poema que me prometí y le prometí a Marta en tan fatídico como atormentado desayuno (y muy pobre, en una población de San Miguel en Santiago).

Me quedo sin aliento. Es una lectura exorcista. Un ejercicio, para las víctimas, de la mejor terapia inesperada. Y eso, por cierto, se agradece, y es un logro literario.

 

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Jaime Vieyra-Poseck es antropólogo social, máster en antropología del género y tiene una especialización para másteres en periodismo científico, por la Universidad de Estocolmo. Está radicado en Suecia.

 

«Algo habrán hecho», de Rodrigo Barra Villalón (Zuramérica, 2019)

 

 

Jaime Vieyra-Poseck

 

 

Imagen destacada: Rodrigo Barra Villalón.