[Crítica] «The Fallout»: En la voluntad de que el sobrevivir no sea en vano

La ópera prima de la actriz y directora canadiense Megan Park —y protagonizada por una joven, sorprendente y reveladora Jenna Ortega— se encuentra inspirada en el tema de la violencia escolar, en el contexto de un tiroteo ocurrido en una escuela secundaria norteamericana.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 28.3.2022

Muerte, no seas tan engreída, aunque algunos te llamen poderosa y temible, porque no lo eres… ni puedes matarme todavía.
John Donne (Citado en Sigo aquí, de Maggie O’Farell)

La vida es muy difícil, maldita sea
La vida es una locura, maldita sea
La vida es muy confusa, maldita sea.
Vada gritando junto a su padre

The Fallout (2021) pone el foco en cómo gestionan esos jóvenes el horror vivenciado con una mirada empática y un profundo conocimiento del universo adolescente. La realizadora Megan Park (1986) nos muestra con sabia naturalidad las inseguridades y ambivalencias de esos chicos que están iniciando su propio camino en la vida.

En este sentido cabe destacar las buenas interpretaciones de quienes los encarnan, en especial la de Jenna Ortega como Vada.

Y paralelamente la obra audiovisual denuncia la permisividad en el uso y tenencia de armas que caracteriza a EE.UU., un país lamentablemente acostumbrado a los tiroteos en entornos escolares.

Las contradicciones de unos chicos, las contradicciones de una nación. Y ante ello, la obra audiovisual explora cómo seguir a pesar de lo vivido e intentar que el trauma sirva para fortalecerse y entenderse, y de cómo lograr —en esa voluntad personal— encontrar una salida para uno mismo y para el colectivo al que se pertenece.

 

Roja

Con una vistosa camiseta roja acude ese día aciago Vada a la escuela. Y ha de salir de clase porque Amelia su hermana pequeña —ambas están muy unidas— dice tener una emergencia que resultará ser que le ha venido la regla, Vada le promete que en casa le explicará: «los detalles sangrientos y pegajosos».

Y va al baño donde se maquilla Mia Reed (apellido muy similar a la tonalidad red, roja), una chica que tiene muchos seguidores en redes sociales, una chica a la que ella admira pero con la que apenas se relaciona.

De pronto oyen disparos y gritos, las dos que corren a encerrarse en uno de los «closed» para no ser vistas; allí frente a frente temblando y llorando siguen oyendo la carnicería humana. Y un chico (Quinton es su nombre) ensangrentado que entra y les habla de que han disparado a su hermano.

Una escena impactante que concluye con el plano exterior de la escuela tomada por la policía, y la cámara que se eleva mostrando la bandera —la del orgullo, la de la vergüenza— estadounidense que corona el edificio.

Y de ahí al simbólico cielo azul que sirve como transición al después de Vada, porque la cámara desciende y entra en su hogar. Esa chica alegre ahora derrumbada sobre su cama en penumbra, se oyen las voces de su familia, entre ellas prevalece el «necesita descansar» del padre.

La camiseta roja ha sido sustituida por una sudadera verde, tardará en asimilar lo ocurrido, tardará en vestir roja, tardará en hablar con Amelia de «los detalles sangrientos y pegajosos».

Genial esa transición, ese sutil mostrar el horror, ese protagonismo del sonido y de la voz.

 

Círculo y triángulo

Vada ha cambiado, tiene pesadillas, se pasa las horas en su habitación y no quiere volver al centro educativo. Se ha distanciado de su círculo íntimo: de su hermana, de sus padres e incluso de Nick su mejor amigo.

En su encierro protector pronto contacta con sus dos compañeros de baño. Especialmente se hace amiga íntima de Mia a quien visita a menudo, la chica también está encerrada en su espléndida casa pero ella está completamente sola porque sus padres se ausentan a menudo.

Las dos están ahora muy unidas, se necesitan mutuamente, se protegen mutuamente. Las dos hablan, beben, se drogan, bailan… e incluso hacen el amor delicadamente, para ambas esa es su primera experiencia sexual.

Y van juntas al entierro del hermano de Quinton. Vada verá al chico en distintas ocasiones y tendrá con él una conversación que supondrá un punto de inflexión para recuperar su círculo íntimo sin por ello dejar ese potente triángulo que conforma con Quinton y Mia.

Habla con Quinton tras discutir con Nick, el cual a pesar de ser gay está celoso por ese cambio de hombre. Quinton hace gala de gran madurez y le hace ver la valentía de su amigo quien está dando la cara por todos moviéndose en los medios para evitar que se repitan más tiroteos.

Y en su entereza asegura que lo ocurrido ha sido y es difícil para todos y añade: «Cuando sientes demasiado dolor pienso que esto no puede ser en vano. No dejemos que esto sea en vano». Vada asiente y se interesa por primera vez en saber cómo era su hermano.

Y en otra excelente escena del modo de ser adolescente vemos como ella lo besa. Esa proximidad, el beso, Quinton que cree que no está preparado, Vada que se siente mal aunque él asegure que no pasa nada…

En todo caso, algo ha cambiado en la joven quien tras interesarse por el hermano muerto se irá abriendo a su antiguo círculo. Primero Amelia en una emotiva escena en la que la pequeña se cuela en su cama, Vada le confiesa que ese día creyó que iba a morir y sólo podía pensar en ella.

Después, el padre con quien siempre ha estado muy unida. Los dos en un día luminoso frente al mar, Vada que le explica cómo se siente y el hombre que la reconforta.

La joven asegura que: «la vida es difícil, maldita sea», el padre lo corrobora y añade en un crescendo liberador: «¡La vida es una locura, maldita sea! La vida es muy confusa, maldita sea!». Los dos gritando juntos, liberando su rabia, expresando sus miedos, aflorando su dolor…

Y en la cocina del hogar Vada se abraza a su madre con un sentido lo siento y un te quiero asegurando que tratará de ser más sincera. Y cumpliendo lo dicho le suelta la verdad de sus «extravíos» de sexo y de drogas.

Vada está de nuevo en el círculo pero la herida sigue. En la consulta de la psicóloga —a la que acude por deseo de los padres— consigue sacar de nuevo su rabia: «no tenía ni idea de que un tipo con un arma podría arruinar tanto mi vida en unos minutos», y en su mayor empatía reflexiona sobre los que murieron a la vez que busca encontrar un sentido a lo ocurrido que le ayude a estar agradecida por estar viva.

Está ya en la voluntad de que el sobrevivir no sea en vano, no obstante queda mucho a hacer en lo personal y en lo colectivo. La escena final lo deja claro, Vada que lee la noticia de un nuevo tiroteo en otro Estado, sus lágrimas y el simbólico fundido final en luz blanca de quien es capaz de ver, de quien es capaz de implicarse.

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: The Fallout (2021).