[Crónica] La revolución cautelosa

Asistimos, pues, a una nueva arremetida del conservadurismo extremo para rechazar la propuesta de una nueva Carta Magna. Lo que hace algunos meses parecía un camino expedito hacia una nueva institucionalidad —a lo menos cívica y jurídica— aparece hoy como dudoso en las recientes encuestas.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 12.4.2022

Chile, en el primer cuarto del siglo XXI, sigue siendo un país de entraña conservadora.

Hoy en día empleamos a destajo el calificativo de «fascista», como una especie de sello o marca registrada, para aplicarlo a cualquiera que no adscriba a posiciones de izquierda o del progresismo al uso.

No obstante, el sector fascistoide es —por fortuna— minoritario en el largo pétalo ensangrentado, aun cuando las fuerzas retardatarias, al ver amenazados sus intereses, no trepidan en apelar al caudillaje criollo, a ese patético resabio de una época colonial que permanece, soterrada y latente, en el inconsciente colectivo de un pueblo —el chileno— proclive al autoritarismo.

Los partidarios de Augusto Pinochet, más numerosos de lo que se cree, lo confirman; también los y las fans de Ricardo Lagos, otro patrón de fundo de terno y corbata.

Podemos apreciar esta proclividad a la aquiescencia obligada o sumisa, en pequeña y elocuente escala, cuando nos enfrentamos a los reducidos poderes de la burocracia imperante, espacios de dos metros cuadrados donde un tiranuelo, o una tiranuela, ejercen su autoridad circunstancial, apoyados en un rotundo: «Porque yo se lo digo».

No existe argumento en contrario, ni menos aludir al criterio o sentido común, inexistentes en tales ámbitos y escasos en nuestra angosta isla.

Algo de semejante jaez estamos viviendo frente al trabajo de la Convención Constituyente y a las primeras acciones del gobierno recién instalado en La Moneda. (A lo que no contribuye mucho el aspecto de egresado de la enseñanza que luce nuestro joven mandatario).

 

Conservadores, neoconservadores y fascistas criollos

Errores previsibles o torpezas no provocadas, hacen surgir y resurgir el miedo a los cambios, síndrome inequívoco del individuo conservador, llámese Coloma, Schalper o Warnken (el espectro es amplio en orígenes y estamentos), que se articula a través de diversos discursos y manifestaciones, procurando descalificar al adversario político «peligroso», mediante la crítica falaz y la befa pública.

Asistimos, pues, a una nueva arremetida del conservadurismo extremo para rechazar la propuesta de una nueva Carta Magna. Lo que hace algunos meses parecía un camino expedito hacia una nueva institucionalidad —a lo menos cívica y jurídica— aparece hoy como dudoso en las recientes encuestas; otro recurso, éste, de manipulación reaccionaria (o conservadora), de la opinión pública.

Los auténticos fascistas, los discípulos tardíos de Mussolini y de Primo de Rivera, vástagos caricaturescos de Pinochet, como el inefable KK, están al acecho, esperando la oportunidad de «incendiar el Reichstag» y culpar de ello a los «comunistas», aunque éstos exhiban hoy rasgos más bien conservadores y postulen una suerte de neoliberalismo «renovado».

Los conservadores siguen siendo mayoría electoral en la Araucanía, región del secular y jamás resuelto conflicto Mapuche. La propiedad privada, mientras menor en superficie y más extendida sea, afianza las convicciones conservadoras. El pequeño propietario es conservador, en Galicia y en Chiloé, por señalar dos ejemplos conocidos.

—¿Y usted, que esta crónica escribe, cómo se declara?

—Por ahora, revolucionario cauteloso.

 

***

Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.

En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Ricardo Lagos y Gabriel Boric.