[Ensayo] «Facsímil», de Alejandro Zambra: A ustedes no los educaron, los entrenaron

Publicado por primera vez en 2014, este volumen acumuló elogios, ediciones y traducciones a una velocidad inesperada, demostrando que su particular mezcla de mordacidad y de nostalgia resuena en diversas escalas simbólicas, para convertirse en uno de los títulos fundamentales del autor chileno.

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 24.6.2021

Un padre decide escribir la carta más franca y desoladora concebible al hijo que no cesaba de borrar en su imaginación, acomplejado por la abolición de su juventud antes de tiempo. Pero no sabemos en qué bandeja del mail está el correo, si en enviados o en borradores. El destino de la cruda confesión está en nuestras manos, en una de las opciones múltiples a rellenar en la página de respuestas. Podemos borrar la primera elección, cambiar de opción en la relectura.

O, derechamente, omitir, ante una pregunta tan compleja podemos lavarnos las manos; la tradición iniciada por Pilato es incombustible, recursiva, como la de Caín y Barrabás.

Siempre hay asesinos que se salen con la suya, poderosos que machacan al país en nombre de la patria, economistas que experimentan a costa de la agotada mayoría, como si fuesen un laboratorio con ratas albinas. Que desmantelan la educación y la transforman en un gimnasio para hormigas, con métodos prusianos y una tabula de puntuación que guillotina a la inteligencia, seccionándola en aptitudes funcionales, deshidratadas de curiosidad.

La procacidad, la militarización, el programa de Pávlov son la tradición de nuestra educación, pero también la rebeldía, la copia, la tristeza, la competencia y la solidaridad de los torpedos.

Todo esto se desprende y agita con la lectura de Facsímil, el test literario con que Zambra nos interpela y ajusta cuentas con la idiosincrasia de la educación chilena, la sala de máquinas obsoletas en que se fragua a presión nuestra identidad.

El libro, cuya primera edición data de 2014, es reeditado por Anagrama a la par de la última metamorfosis de la PSU, ahora llamada, quizás con involuntaria ironía, como apunta el narrador, Prueba de Transición.

Es que el pasillo tendido entre dictadura y democracia se hace cada vez más largo y estrecho, como un simulacro hechizo de cámara de Faraday o, simplemente, una sala de espera cuya salida de emergencia solo la traspasan los más acaudalados, o los más valientes, o los pobres e inteligentes hijos de la educación pública (que son pocos, pero los hay) que ganan alguna beca.

Y, como siempre, los que nada tienen por perder.

 

El género literario en boga

Estamos, entonces, ante un libro de ejercicios, cuya hechura es una vuelta de tuerca radical a la Prueba de Aptitud Académica rendida entre 1966 y 2002. Una obra corrosiva o experimental, irreverente o desoladora, triste o hilarante a ratos, maciza y con puntos de fuga hacia los sesgos éticos y morales de la pacata cultura chilena. Multitud de voces mutiladas, incluso una impostación del hijo de Mamo Contreras.

Hibridez de probabilidades semánticas y dardos micro históricos, anécdotas y artefactos que remiten a la antipoesía. Ilustración cáustica de la educación chilena durante la dictadura, del engranaje fordiano del Instituto Nacional. Compendio de bromas y traumas. ¿Todas las anteriores?

Podemos leerla como un espejo contorsionado, poniendo en jaque a la maleabilidad del material  —el lenguaje—, plagado de cicatrices, de Mis documentos, su libro inmediatamente precedente, que también amalgama memorias personales y episodios sobre su paso por el colegio más tradicional de Chile.

Aunque aquí la condensación y el enrarecimiento son la tónica. Son 90 preguntas, con cinco secciones:

1 Término excluido.

2 Plan de redacción.

3 Uso de ilativos.

4 Eliminación de oraciones.

5 Comprensión de lectura.

A responder sin diccionario, con imaginación y dolor, con humor ―que, si en La vida privada de los árboles es una planta anémica, aquí es un arma de doble filo― y un abismo bajo el ombligo. A ejercitar la memoria y probar el aguante.

Interesan menos los adjetivos con que constreñirla (ni siquiera hablemos de categorizar en géneros literarios, a otro perro con ese hueso de goma), que los potenciales latentes en la propuesta, pues aquí la invitación (o la admonición, dependiendo si desayunamos complacencia o rencor) sí es la del desaprendizaje y la lectura activa, al contraataque raudo o a salir jugando con paredes elásticas y precisas.

A escuchar la frase, como si fuese un taladro perfilado sobre el diezmado pectoral de nuestras memorias colegiales, del exprofesor de religión en el bar: «A ustedes no los educaron, los entrenaron.»

 

Prueba de ensayo

A continuación, para no ser más ni menos, una vuelta de mano, para ir calentando las neuronas.

Opción múltiple.

 

El 18 de octubre:

A) Se propagó la canción Se viene el estallido, de Bersuit, de este lado de la cordillera.

B) Convulsionó la historia, las cacerolas se pasaron al multitasking.

C) Fueron los juegos militares de Wuhan, el evento 201 simuló una pandemia por coronavirus en un hotel de élite en Nueva York.

D) Puro chipe libre, hordas de ladrones, quema de supermercados, herejías contra los héroes patrios. ¡Y los niños, nadie piensa en los niños!

E) No sé, estaba comiendo pizza en un restorán, hay que celebrar al sobrino, al nieto, tantear a los herederos más adecuados. Mi mujer me dijo que hubo una invasión extraterrestre, pero resultaron ser fake news.

 

Ser políticamente correcto sirve para:

A) Tener la complicidad del rebaño digital.

B) No ser materia de memes, para que no te funen ni te bloqueen.

C) Comer las sobras del refrigerador sin persignarse ni fijarse en los sellos del paquete.

D) Culpar a la chusma, a los narcos y masturbarse a puerta cerrada.

E) Olvidar la propia sombra, endosársela a los porfiados de siempre.

 

Zambra tiene memoria de:

A) Elefante con la trompa tiznada de tanto fumar.

B) Lagartija, le cortan la cola y le vuelve a crecer.

C) Humorista de sobremesa, que saborea las cabezas de pescado con ironía y una pizca de ternura.

D) Exinstitutano rencoroso, con motivos para serlo, pero capaz de mezclarla a la complicidad, a los pitos, la irreverencia y la tristeza compartida con los compañeros.

E) Hijo de la dictadura, sobrino de la dictadura, hijo impostado del Mamo Contreras.

 

Reflejo corrosivo de la idiosincrasia chilensis durante la así llamada transición:

A) Los bisnietos albinos de Neruda.

B) Facsímil y Bonvallet, su sentido del humor y su suicidio.

C) Las hijas intrépidas de Naomi Klein.

D) Los jaguares de Sanhattan con una papa en la boca y eye lifting.

E) B y C

 

Elija la imagen que, según su criterio, refleje mejor el estado actual de la educación chilena:

A) Ahora los virólogos ofician de teólogos y los presentadores de noticias de caballeros de la mesa higiénica. A esta altura habitamos en un capítulo indefinido de Black Mirror. Solo falta que los políticos se pasen al stand up comedy y Lavín hable mapuzungún. ¿Qué, lo hizo en el último debate? Que vengan los alienígenas, sáquenme de este planeta.

B) Ciertos profesores universitarios dan clases en pijama, ponen fondos tipo colinas Windows vista y, durante el receso, se meten a Tinder para sacudir las neuronas.

C) Los estudiantes ya no dan ni la cara, incluso cambian arbitrariamente de nombre de una semana a la siguiente. No se sabe sin ven Rick y Morty o las diapositivas, si dejaron en su lugar al perro o a Alexa.

D) Las profesoras, y algunas estudiantes, son las únicas que conservan el decoro. Pero sigue siendo preferible, a derivadas y mitocondrias, el recuerdo de la última vez que resbalaste la mano por su muslo terso y caliente. Con complicidad, por supuesto, es mi gemelo al que funaron, no a mí.

E) Los memes son el género literario en boga, en sus potenciales semánticos respira el cadáver de las neovanguardias digitales. Es un síntoma, no todo está perdido. #nerdalert

 

Del texto precedente se infiere que:

A) El escritor intentaba retrucar, sin mucho éxito, con desfachatez, sin agradecer la leche de las vacas sagradas (¿Hay aún vacas sagradas?), el estilo de la obra reseñada.

B) Pilato inauguró el arte de omitir en las pruebas de selección múltiple.

C) En los liceos chilenos hay gimnasios para hormigas (pues no alcanza el presupuesto para las colchonetas, seremos los más obesos de Sudamérica, pero la gimnasia en electiva) y laboratorios con ratas que sufren de alergia a la luz solar.

D) La valoración del libro es ambigua. Se invita a leerlo, pero también a combatirlo, a responder con torpedos; a acopiar dolor y nostalgia, pero también ingenio y un ph caustico, preparado para el insomnio, pues quizás el lector llevaba más de veinte horas sin comer mientras terminaba de leerlo.

E) Llueve, es un milagro. Hay que dejar la poesía y fabricar un meme al día. No hay valor literario en denunciar a los torturadores, a los lobos vestidos de cordero. Hace tiempo que se abolió la brecha entre ficción y realidad. ¡El negro matapacos en el escudo nacional! Menos cóndor y más huemul.

 

***

Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, barista y brigadista forestal.

Actualmente reside en Punta Arenas, cuenta con un poemario inédito y participa en los talleres y recitales literarios de la ciudad. Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Facsímil», de Alejandro Zambra (Editorial Anagrama, 2021)

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Crédito de la imagen destacada: Juan Pablo Ampudia.