[Ensayo] «Forhøret»: Por la pérdida al negro profundo

Disponible en la plataforma de streaming Filmin, la serie danesa —un thriller— que ya lleva tres temporadas de emisiones, se centra en la historia del oficial de policía Bjørn, quien investiga el asesinato de su hija, el cual, en apariencia se trataría de un suicidio.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 26.9.2023

En lo más profundo
buscas el cielo del amanecer
y pides una voz que no se rompa
En lo más oscuro abres los ojos
hacia la tierra donde calienta el sol.

En lo más negro
quieres el tañido de la luz
como las velas cuando aman la fuerza del viento
y el timonel prepara su navío sin mirar atrás.
Luz Mary Giraldo

En la más pura tradición de los buenos relatos noir nórdicos, esta notable serie danesa dirigida por el veterano Christoffer Boe —quien también firma su guion junto a Jakob Weis— es además una elaborada indagación psicológica a las sombras de la condición humana.

Forhøret como thriller psicológico destaca por su excelente ambientación de aire claustrofóbico, por su atrevida estructura narrativa de formato micro teatral y especialmente por su elenco actoral.

Son tres temporadas con capítulos que duran tan solo veinte minutos, y en los que van desfilando distintos personajes —a los que dan vida algunos de los mejores intérpretes de las artes escénicas danesas— quienes mantienen un cara a cara con los corajudos protagonistas —distintos también en cada temporada y del mismo modo excelentes en sus interpretaciones— en su arriesgada búsqueda de la verdad que se esconde tras la aparente muerte por suicidio de una joven.

Tres protagonistas diferentes en cada temporada pero que sin embargo están todos ellos conectados por su relación parental con Christina, la joven supuestamente suicida y que en realidad —pronto lo descubriremos— fue asesinada:

En la primera es Bjorn (Ulrich Thomsen, en soberbia interpretación): su desconcertado padre —quien como inspector de policía— emprenderá por su cuenta una arriesgada y salvaje investigación, que le llevará a ser encarcelado.

Luego, en la segunda temporada la protagonista es Susanne la madre de Christina (Tryne Dyrholm en una gran caracterización), mujer sensitiva y terapeuta hipnótica, quien toma el relevo de su exesposo en la frenética investigación enfrentándose al peligrosísimo asesino de su hija.

Y en la tercera es Holger (Lars Mikkelsen, con su habitual buen hacer), el oscuro protector de la inestable Christina quien busca averiguar cuáles son los responsables últimos de su muerte.

 

Del cadáver al vértigo

La obra audiovisual arranca con gran fuerza: el capítulo uno de la primera temporada nos muestra un intensísimo careo que a mi entender es el mejor de todos los distintos que se nos irán retratando en los episodios siguientes.

Bjorn acude a la sala de autopsias para hablar con el forense Frank y de repente al descubrir accidentalmente un cadáver abandona su habitual rostro de policía duro para romper a llorar.

A partir de ese momento, el hombre mutará entre el desgarro humanísimo de un padre ante su hija muerta —una hija de la que últimamente casi nada sabía— al del potente padre policía que como tal quiere saber todo sobre lo sucedido y que ante el dictamen de suicidio cuestiona a su compañero forense. Un cara a cara de profesional a profesional que crece en intensidad por el dolor y la rabia de un progenitor que no acepta ni entiende lo ocurrido.

Un padre roto que si bien «ingenuamente» se revela defendiendo la que cree «buena» hija también actúa por su buen instinto policial que le hace sospechar —más allá de la evidente implicación personal— de lo que pueda esconderse tras un dictamen tan tajante y apresurado como el de Frank (dictamen que la institución policial apoya con extraña contundencia).

Sabe que tiene que actuar rápido arriesgándolo todo si quiere alcanzar la verdad, pero lo que no sabe es que la senda hacia la verdad es negra, muy negra. No sabe eso y menos aún que su antes niña para nada es una víctima inocente.

 

Abandono en negro

Irá e iremos descubriendo el mundo de Christina, un universo oscuro en el que la prostitución de lujo, las drogas y la perversión de los ricos lo eran todo. Un mundo de oro y brillantes construido gracias a los exorbitantes beneficios de actividades ilícitas y a menudo vomitivas escondidas en el internet negro o «blacknet» en el cual la joven habitaba.

Y paralelamente al descubrir la verdad de la hija iremos descubriendo la verdad del padre, el origen de su distanciamiento que se remonta al momento en el que los progenitores se divorciaron. Bjorn —entre consciente e inconscientemente— se «divorció» también de su hija, no supo gestionar emocionalmente esa nueva situación familiar y optó por alejar a Christina «congelándola» en una imagen de un tiempo y unas circunstancias que si bien fueron en un pasado ya no eran en el ahora.

Y en esa no aceptación del cambio tomó decisiones impulsivas muy desafortunadas como el desprenderse del caballo de su hija, un caballo que a él le supuso un esfuerzo económico y que a ella le era «hogar animal» o una reconfortante conexión con su padre.

Así que Christina descendió voluntariamente al pozo oscuro —del dolor, de la pérdida, del rechazo, de la dejadez, del desamor— al tiempo que el padre se negaba a sentir esa negrura en sí mismo gracias a su conveniente máscara de excelente profesional policía, de hombre duro que «no tiene tiempo» para adentrarse en pozos emocionales que —sabemos— suelen ser más «peligrosos» que los más temibles criminales a los que Bjorn se enfrenta a diario.

 

Sentir en negro

Pero mientras el padre nada sabía de quien era su hija en el presente, la madre estaba mucho más al día de su vida. Susanne como mujer sensible y sensitiva podía conocer el pálpito de Christina —con quien mantenía contacto— por sus palabras y por sus silencios. La madre sabía y dolía de su vida en negro.

Quizás por eso, Susanne no creyó inicialmente a Bjorn y sí a la policía con su dictamen de suicidio. Pero todo cambia en ella cuando tras meses sin fuerza para trabajar acepta un nuevo paciente a quien hipnotiza como tratamiento ante su adicción al tabaco.

En esa hipnosis, Susanne se estremecerá al descubrir a un asesino psicópata que en breve va a matar a una joven. La terapeuta y madre contacta inmediatamente con la policía buscando evitar un posible crimen y —como le ocurriera a su exesposo antes— se da cuenta del sospechoso poco interés de los compañeros de Bjorn para investigar el caso.

Así que se embarca en una aventura que la desborda físicamente para evitar la muerte de una joven desconocida que es en buena parte una manera de intentar redimirse como madre, de intentar salvar a la hija muerta que no supo o no pudo salvar.

La inevitable culpa de una madre ante una muerte como la de Christina pese a que Susanne sabe —como profesional del alma humana que es— que fue su hija mayor de edad quien optó por vivir en esa peligrosa negrura sin atender consejos.

Otra cosa —entiendo— es el peso de la culpa en Bjorn quien expulsó en egoísta dolor a su hija cuando más lo necesitaba, de ahí la figura sustitutiva del «padrastro» Holger.

En este sentido, esos personajes del mundo «negro» a los que el policía combate —Bjorn en particular, pero también nosotros todos en general con matices particulares— que de entrada son vistos habitualmente por los del mundo «blanco» como problemáticos, como cáncer a erradicar, a menudo están allí a modo de alarma personal y social. Están allí como espejo de aspectos y formas que no queremos reconocer ni asumir en nosotros mismos.

Y es que solemos creer que nosotros ni somos «negros» ni creamos «negrura» hasta que esa oscuridad «ajena» nos alcanza a través de personas cercanas como le ocurre a Bjorn y en menor medida a Susanne.

Por ese motivo, entiendo como necesario el darse cuenta de nuestra responsabilidad en lo «negro» no como pesada culpa que hunde sino como un «ajá» humanísimo que abre la puerta a otro entender, a otra realidad personal y colectiva.

Ese «ajá» pues como expresión sintética de la pedagogía última de esta excelente serie danesa, un thriller psicológico muy recomendable.

 

 

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Cara a cara (Forhøret).