[Estreno] «Music»: El mundo del autismo a flor de piel

Con dos nominaciones para los importantes Premios Globos de Oro 2021 (mejor largometraje musical y mejor actriz principal en ese género y formato, debido a la interpretación de Kate Hudson), el filme dirigido por la cantante australiana Sia (es su ópera prima) acaba de estrenarse a través de la plataforma de streaming Cining.

Por Ezequiel Urrutia Rodríguez

Publicado el 15.2.2021

A lo largo de la historia del cine, no es extraño encontrarnos con filmaciones en que participen rostros de la música. Rostros como Pedro Infante, Lucero, Luis Miguel, y hasta el mismísimo Michael Jackson con su propio metraje autobiográfico.

Personalmente, nunca he sido fan de estas películas interpretadas por cantantes, ya que, en ocasiones, se sienten como un videoclip de dos horas en que la acción es solo un intercalado para la próxima letra. Algo más dedicado a los fans del artista que con la intención de narrar una historia.

Un ejemplo de esto sería Fiebre de amor (Cardona, 1985), donde todo el argumento se basa en la fantasía de una fangirl con ser la novia del Sol de México, y que este le dedique una canción frente a todo su público. Vamos, que ni Wattpad se anima tanto.

Pero para mi sorpresa, la obra producida por la cantante y bailarina australiana, Sia, resultaría ser, hasta la antítesis de lo que ha significado esta clase de filmaciones. Una experiencia musical, como diría Freddy Mercury, en que el canto es el complemento del mismo y no al revés, dando paso a un relato de superación que combina aires oníricos con el ajetreo de esta realidad.

Es así como nos presentan a Music (Maggie Ziegler), una niña con autismo que vive con su abuela, y que tras la muerte de la misma, ha quedado a cargo de Zu (Kate Hudson), su irresponsable hermana mayor con problemas de alcoholismo.

Pero por supuesto, dicha tarea no quedaría exclusivamente en manos de ella (quien, por cierto, se propone a cumplir su deber, en un intento por redimir sus errores pasados), pues aquí también conoceríamos a Ebo (Leslie Odom Jr.), un vecino de Music, que como todos en el barrio, están al tanto de la situación de la niña y están dispuestos a ayudar mientras puedan.

Este triángulo de personajes nos retrata la forma en que un infante con cualidades neurodivergentes vive su día a día como cualquier otra persona, con una rutina establecida, interacciones sociales determinadas, e incluso aficiones, solo que de maneras que pocas veces podemos ver (o comprender).

Y justamente por eso resulta tan loable la construcción del siguiente metraje, ya que presenta de la forma más didáctica la cotidianidad, así como los retos de personas que, si bien, les es más difícil expresar claramente sus emociones, así como el comunicarse, son capaces de llevar una vida de lo más plena.

Es aquí donde el trabajo de cámara presentaría su rol más importante, siendo la línea que contrasta la realidad en que estos personajes viven (con días duros y días afables). ¿Qué quiero decir con esto? Más claramente, las tomas grabadas a mano de dichas rutinas, cuyos temblores en el enfoque, hasta crean la ilusión de que estamos viendo un documental, y que en algún sitio del mundo hay una Music viviendo con su hermana.

Esto contrasta profundamente con las intervenciones musicales que siguen a la trama, cuyo encuadre ya pasa a ser más firme, con paneos más dinámicos… más “profesionales”, por decirlo de algún modo. A esto sumamos esa paleta de colores tan típica de nuestra cantante, donde todo suele ir en tonos pasteles, generando ese toque de inocencia y de dulzura.

Asimismo, donde otros artistas solo vuelven su canto un monólogo más, Sia construye el momento, literalmente, cargado de simbolismos, volviendo hasta más prácticos elementos tan abstractos como los sentimientos de sus personajes. Todo esto, además, potenciado con el atributo más fuerte de la artista. Su danza contemporánea.

Y es que una historia sobre personajes con dificultad para expresar sus emociones, no sé si funcionaría igual sin un género artístico que, justamente, trata de manifestar en su geoesfera un extenso abanico de emociones.

Un ejemplo de esto es la intervención musical de Ebo, quien se encuentra en una trotadora con unos pantalones del porte de una carpa, cuyo juego de mohines retrata las tensiones que implica ser “el hombre a cargo”, pero que inhibe sus temores en el acto con una mirada determinada, pues sabe el peso con el que carga.

Otro aspecto interesante del mismo, es su ingeniosa referencia al famoso “ponerse los pantalones”, describiendo gráficamente la enorme responsabilidad que esto conlleva, y que por las personas que ama está dispuesto a recorrer ese trayecto. A fin de cuentas, como diría el viejo tío Phil: es lo que un hombre hace (1990).

Esto contrasta fuertemente con las danzas que Zu tiende a interpretar, que la mayor parte del tiempo, cuando no están relacionadas con su lazo con Music, nos presentan a una mujer juzgada, presionada, que no carga con firmeza con un peso, es el peso el que la carga a ella.

Pero a pesar de que a simple vista, todo parezca una derrota aplastante, queda claro que está decidida a sobrepasar esos problemas. Sí, es doloroso. Sí, siente que no puede. Sí, se da asco a sí misma, pero se ve que ama a Music, y que dará su mejor esfuerzo por ella. Por lo mismo es que Zu cuenta con uno de los mejores arcos de crecimiento que he visto.

Y este es un gran logro, porque partimos con una idiota salida de quién sabe dónde, que no se toma ni en serio a sí misma, y que solo dice “sí, sí” queriendo decir “no molestes”, para luego encontrar a esta mujer que poco a poco lleva el ritmo de dicho deber, que afirma sus lazos con su hermana, a la vez que mantiene a rayas su vicio.

Y es por eso, además, que Music (2021) termina siendo tan rupturista en lo que respecta al cine musical, más cuando estos son dirigidos en relación a músicos famosos.

Porque pudimos tener una promoción de dos horas de Sia bailando, como Chayanne, o el fanfic de un Simp por la susodicha, pero en lugar de eso tuvimos una trayectoria, un proceso de crecimiento balanceado con un quiebre tan surrealista, que a su vez nos invitó a percibir una experiencia poco usual, una sobre el mundo del autismo, pero viviendo sus emociones a flor de piel, justo como Sia y su danza saben representar.

 

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Ezequiel Urrutia Rodríguez nació en la comuna de San Miguel (1996), pero ha vivido toda su vida en los barrios de Lo Espejo.

Es egresado de administración empresarial del Centro Educacional Alberto Hurtado y de pedagogía general básica de la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez, con la mención en lenguaje, comunicación y literatura.

También es el autor de la obra homónima Kairos, del sello independiente Venático Editores, y es el dueño del canal de YouTube Poesía con Armin, en el cual adapta su repertorio a material audiovisual.

Asimismo, es socio activo de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) y participa del grupo en Podcast, Momento Literario.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Ezequiel Urrutia Rodríguez

 

 

Imagen destacada: Music (2021).