Muestra «Ciudad negra»: La ampliación del campo de batalla

La exposición del artista visual chileno Víctor Hugo Bravo se inaugura el próximo viernes 6 de abril, en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende de Santiago y permanecerá en exhibición hasta el 12 de mayo: el montaje ha sido elaborado para enaltecer la lucha entre los seres que pueblan el mundo, en una estética de representación donde los hombres, las bestias y los objetos luchan entre sí por la supervivencia.

Por Hernán Pacurucu

Publicado el 4.4.2018

“…La ciudad del pecado se empequeñece en el espejo retrovisor, tan estropeada y agotada como una puta esperando al amanecer y a la soledad. miro el reloj queda bastante noche para ampararme en la oscuridad».
Fragmento del dialogo del filme La ciudad del pecado (Sin City)

“…Intentaré describirte Zaira, la ciudad de los altos bastiones. podría decirte de cuantos peldaños son sus calles en escalera, de qué tipo los arcos de sus soportales, qué chapas de zinc cubren los tejados; pero ya sé que sería como no decirte nada. La ciudad no está hecha de esto, sino de relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado».
Ítalo Calvino

“Cada quien se engaña con la mentira que mas le guste”.
Fragmento de un díalogo de La ciudad del pecado (Sin City)

En lo profundo del argot genealógico de las muchas ciudades que atraviesan el imaginario creativo de un público medianamente culturizado, podemos observar todo un desfile de prototipos que van desde la literatura con –por ejemplo– las Ciudades invisibles [1] de Ítalo Calvino al reino de Camelot del Rey Arturo, pasando por las ciudades de ficción como la Ciudad Gótica o la icónica ciudad Metrópolis de Superman, además de las urbes caóticas de la pintura impresionista de finales del siglo XIX (las ciudades de Monet, de Mondrian o de Cézanne), las del puntillismo o las de los antros más degenerados como de Camille Pissarro, Edward Hopper o los más actuales grafiteros de Sao Paulo, New York o Lima, quienes formatean el espacio citadino a su antojo.

De todas ella, a lo mejor la Ciudad del Pecado [2], esa ciudad degenerada sacada de las historietas de Sin City, el cómic de Frank Miller y que Robert Rodríguez lleva al cine, es muy probablemente la que más se adapta al intento de Víctor Hugo Bravo (Santiago, 1966) de desmantelar la superestructura que sostiene al concepto de “ciudad”, esta vez ya no considerada como el telón de fondo en donde simplemente se desarrolla una historieta, sino tenida ella misma como una estructura urbana viviente cuya existencia modifica –para bien o para mal– el mismísimo destino de sus habitantes, su razón de ser, pero sobre todo aglutina en su vientre el poder de definir los rumbos de sus integrantes.

 

Estar en guerra a perpetuidad: Las obras de Víctor Hugo Bravo en el Museo Salvador Allende

«Los “cortes en edificios” de Matta Clark fueron utilizados para ilustrar las presentaciones del OTRI, yuxtapuestos con los agujeros que las IDF (Fuerzas Armadas israelíes) perforaban en los muros de las casas palestinas».
Eyal Weizman, A través de los muros

«El poder es la guerra: es la guerra perseguida por otros medios».
Michel Foucault, Defender la sociedad

Miedo y un cierto escalofrío mezclado con pavor y extrañeza serían las sensaciones y emociones que experimentaría un sujeto cualquiera, al ver los objetos y las piezas que Víctor Hugo Bravo ha construido para su exposición titulada Ciudad negra. Me lo imagino, porque, si yo no fuera su hermano y si no tuviera conocimiento alguno de que dichas creaciones son objetos artísticos, pensaría que tales cosas han sido cuidadosamente pensadas y diseñadas para agredir, dañar o simplemente matar.

Esta percepción, me refiero a la constatación de la naturaleza bélica que moviliza su imaginario, es absolutamente ajena o distante de los buenos sentimientos que busca transmitir el arte contemporáneo. De hecho, relacionar el arte con aquello que puede atentar contra la vida humana o animal en el presente es algo difícil de asimilar o, directamente, es una aberración. Sin embargo, la obra del artista parece estar anclada precisamente en la constante evocación de la violencia como modus operandi de la vida en la Tierra. En efecto, para Víctor, no solo es el hombre quien hace del otro un enemigo, sino que la vida en sí misma se expresa a través de múltiples guerras y combates a muerte.

Tal forma de pensar nos deja perplejos, porque señala que, en el fondo de nuestras acciones, razonamientos y pasiones, lo que reina y señorea no es la calma y la conciliación, sino el irrefrenable deseo de vencer y de triunfar sobre los otros. ¿Qué es este mundo, entonces? Para el artista, al parecer, es un campo de batalla, un lugar en el cual todo ser, humano, animal, cosa u organismo, etcétera se prepara y se adiestra para luchar infatigablemente.

Es esta perspectiva belicosa de la realidad humana y no humana la que prevalece, vence, derrota y gana en la totalidad de su obra, pero manifestándose con particular intensidad en Ciudad negra.  Con esto me refiero a que todo, en la exposición, ha sido elaborado para enaltecer la lucha entre los seres que pueblan el mundo. La cita a “La caza del tigre”, de Pedro Pablo Rubens (c. 1615), es un signo evidente de esto. En la pintura, los hombres, las bestias y los objetos luchan entre sí por la supervivencia.

De igual forma, los cuerpos, las imágenes y las formas que acompañan el cuadro están en el espacio expositivo como armas a la espera de un enfrentamiento por venir. Quietos y tranquilos, estos artefactos nos indican que la obra de Víctor Hugo Bravo es y será siempre la construcción y el levantamiento de una espantosa e irracional máquina de guerra.

La exposición Ciudad negra se inaugura el próximo viernes 6 de abril, en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende de Santiago y permanecerá en exhibición hasta el 12 de mayo.

 

Citas

[1] Publicado por primera vez en 1972 por la editorial Einaudi, es un libro que narra los varios tipos de ciudades contadas por Marco Polo al rey de los tártaros.

[2] Estrenada en el 2005 y dirigida por Robert Rodríguez y Frank Miller, consta de cuatro historietas («El duro adiós», «La gran masacre», «Ese bastardo amarillo» y «El cliente siempre tiene la razón») que se entrelazan para contarnos una historia de ciudad.

 

 

 

Crédito de la imagen destacada: Víctor Hugo Bravo