«Violeta: la rockera contemporánea», en M100: Una matriarca experimental

El montaje que analizamos es una tentativa teatral que confronta personajes, situando a la cantautora en medio de la generación actual. Un grupo que la mira como un espécimen, que reinterpreta su música en forma pero no en espíritu, el resultado de un supuesto ya dado, es el choque de dos mundos etários que no se topan, en la crítica de una herencia que jamás se traspasa, es la tragedia de entregar todo en la búsqueda de una identidad, cuando sigue una camada de rebeldía banal, que ya ha crecido sin ser capaz de entender con sensibilidad el canto profundo de esta mujer.

Por Faiz Mashini

Publicado el 15.10.2017

En este año de homenaje a Violeta Parra por el centenario de su natalicio, se presenta una visión con expresión libre de creación. Estamos frente a una obra que se sale de lo biográfico, para plantear el experimento atemporal y situarnos a la artista notable dentro de una banda de rock… como el planteamiento de la serie televisiva Sudamerican Rockers hacia la banda de «Los Prisioneros», ese síntoma gringo en Latinoamérica, fenómeno contrapuesto a la pureza de una autora arraigada en el corazón de la identidad y de la tierra.

Una tentativa teatral que confronta personajes, situando a una Violeta en medio de la generación actual; inserta en un grupo que la mira como un espécimen; que reinterpreta su música en forma pero nunca en espíritu; el experimento de un supuesto ya dado; es el choque de dos mundos generacionales que no se topan, en la crítica de una herencia que jamás se traspasa; es la tragedia de entregar todo en la búsqueda de identidad, cuando sigue una camada de rebeldía banal que ya ha crecido sin ser capaz de entender con sensibilidad el canto profundo de esta mujer.

Más que una revisión a Violeta Parra es un mea culpa de lo que encarnamos nosotros mismos como generación, y que, en una reflexión asertiva, esta compañía ha sabido correctamente presentar.

Lo interesante a nivel de creación de personajes es justamente poder apreciar como el discurso interior y la fragilidad de un sujeto entregado, se enfrenta a otros tres individuos representantes de un mundo plástico de guitarras eléctricas, y así conocer la hipotética reacción de nuestra Violeta, en un ambiente tan avasallador en el exitismo y la trivialidad, que nace y se sucede posterior a ella.

Con una actuación enérgica, los tres rockeros pululan alrededor de esta nueva versión de Parra, que se ve ahogada por el medio. Sin ser la Violeta que conocemos, su voz cobra vida en la garganta de la actriz Claudia Cabezas. En un continuo de vaivenes emocionales, Gonzalo Martínez adopta la voz de Run Run, Nicolás Zarate rompe el esquema a través del juego de la ilusión y Víctor Montero nos divierte con su humor y su guitarra. Lo que sensibiliza, es ver y oír a ese timbre tierno, abrirse paso en una poesía delicada, la cual es interrumpida reiteradamente por la dinámica de un concierto de rock.

La iluminación se distancia diametralmente a la estética de unas luces teatrales. Tres hileras de focos a contraluz, direccionados al público, y una última corrida que tiñe verde, hacen un juego en relación a la sonoridad, y nos sitúan ya no en un proscenio de tablas, sino en un concierto; un recital que se pasea por varios estilos, entre rock sudaca, instrumentales tipo «Pink Floyd» o un punk más callejero y rabioso. Otros cenitales y calles nos aterrizan nuevamente al mundo dramático de los monólogos en un vaivén de situaciones propias de un musical o de una representación de texto.

Asimismo, vale la pena recalcar la capacidad de los actores para ejecutar instrumentos musicales, y mixturar ese ejercicio con un desplante escénico moldeable desde lo literario, lo físico y lo sonoro.

El vestuario es casual, tan normal como se pueda disfrazar cualquier músico de garaje que intenta armar su banda para saltar al estrellato.

¿Qué nos queda de Violeta Parra, o qué nos queda de nosotros mismos, más que una herencia a la cultura noventera que no se hace cargo de nada? Sin embargo, lo ineludible surge y adquiere cariz, y este montaje es una invitación a que pongamos en conflicto el estado de las cosas a nivel cultural, en una crítica muy bien planteada.

 

El montaje es una tentativa teatral que confronta personajes, situando a Violeta Parra en medio de la generación actual

 

Más que una revisión a Violeta Parra la obra es un mea culpa de lo que encarnan los músicos contemporáneos en tanto grupo creativo

 

Ficha técnica 

Dramaturgo: Cristián Figueroa
Director: Jesús Urqueta
Elenco: Claudia Cabezas, Gonzalo Martínez, Nicolás Zárate y Víctor Montero
Diseño de vestuario: Loreto Monsalve
Diseño de iluminación: Tamara Figueroa
Composición musical y sonido: Marcello Martínez
Producción y prensa: Francisca Babul
Diseño de escenografía: Ana Campusano

Sala: Teatro principal de M100

Funciones: Desde el 4 al 20 de octubre de 2017
Jueves a sábado a las 21 horas, domingo a las 20 horas
Valor de las entradas: $5.000 general, $3.000 estudiantes y tercera edad, $2.000 jueves popular
Duración: 100 minutos
Todo espectador

Dirección: Avenida Matucana N° 100, comuna de Estación Central, Santiago

 

Crédito de las fotografías: Centro Cultural Matucana 100