Apuntes sobre el documental «Cantalao», de Diego del Pozo: El legado inconcluso

Mediante imágenes de archivos, entrevistas, el documental reconstruye aquella trayectoria siniestra, que permitió la transfiguración de un Neruda político, de un Neruda internacionalista, a un Neruda misceláneo, intrascendente. Un Neruda secuestrado por intereses espurios, después del golpe de Estado. Muy lejos de lo que representó en vida y que es objeto de críticas por parte de amigos e investigadores.

Por Francisco Marín-Naritelli

Publicado el 31.7.2018

“Ahora bien, mi casa es la última de Cantalao, y está frente al mar estrepitoso, encajonada contra los cerros”.
Pablo Neruda, en El habitante y su esperanza

El mar, el profundo mar de Chile. El mar. El mar. Cuántas veces veo el mar, su infinitud. Imposible a nuestra mortalidad. Imposible a todos nuestros sueños descartados.

Me sumo a las palabras de Rodrigo Torres Quezada: hoy en día Pablo Neruda, el poeta que retrató innumerables veces aquel mar, y que obtuvo el reconocimiento máximo, el Premio Nobel de Literatura, tal como la Mistral; hoy se haya reducido a una figurita o souvenir.

Cantalao. No es solo una novela, un origen, es también un proyecto, una ideología. El legado de Neruda era, más allá de los mascarones de proa y las caracolas, un ideal de justicia, un espacio abierto a los jóvenes poetas. Originalmente la Fundación Neruda debía llamarse Cantalao, reconocida “bajo los parámetros de un servicio político, de una Revolución Socialista llevada democráticamente adelante”, tal como cuenta Bernardo Reyes, sobrino del vate, en “Cantalao: El secuestro de un legado” (2017) de Diego del Pozo.

Mediante imágenes de archivos, entrevistas, el documental reconstruye aquella trayectoria siniestra, que permitió la transfiguración de un Neruda político, de un Neruda internacionalista, a un Neruda misceláneo, intrascendente. Un Neruda secuestrado por intereses espurios, después del golpe de Estado. Muy lejos de lo que representó en vida y que es objeto de críticas por parte de amigos e investigadores.

 “El poeta no es un anecdotario, el poeta es la obra”, dice Virginia Vidal.

Un Neruda “ad hoc” a una Fundación que lleva su nombre, pero desprovisto de densidad, de esa “personalidad salvaje”, según Faride Zerán. Quizá, pienso, la recuperación de Cantalao sea la posibilidad de un cambio, la tentativa de recuperación de todos los sueños inconclusos. Algo así pretende el documental de Diego del Pozo. Bienvenido sea. Porque el ejercicio de memoria es necesario, y con él, la incomodidad, la reflexión. Politizar es también volver la vista a estas figuras, casi estrellas fulgurantes. Cuestionar. Como el mar engullendo la tierra. Una vez y otra vez.

El mar. El mar bravío.

Finalizo con algunos versos que escribí en mi libro “Otoño” (Piélago, 2014), y que me permiten hablar de Neruda, una figura tan problemática como enigmática.

“No eras tan solo el canto, eras el canto combatido.

Sea a tu palabra, el eco de muchas mañanas

que te desnuda, poeta de este pueblo

que sufre, pues todavía la injusticia

es este Chile pintarrajeado,

oculto por aquella inmensidad de espejos.

Así pasa en nuestros tiempos pretéritos,

la pólvora corre por las calles, pero asume

la aparente tranquilidad de la aurora.

Para que nunca más la esperanza,

para que nunca más los muertos

vengan a declarar su sangre sustituida

por esa eléctrica prestancia

de nuevas formas, los círculos del dinero, Caín;

para que nunca más lo humano

tome la tierra y sonría”.

 

 

 

 

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