[Columna] «El arte creador en San Buenaventura»: Aprender a mirar

El texto de la profesora española Isabel María León Sanz (EUNSA, 2016) —subtitulado «Fundamentos para una teología de la belleza— aborda el problema filosófico en torno a la creación y a la existencia desde una triple perspectiva: estética, metafísica y doctrinal.

Por Juan Ignacio Izquierdo Hübner

Publicado el 22.8.2021

¿Por qué a veces nos pasmamos al mirar un paisaje montañoso a través de la ventana, o al seguir el simple vuelo de una abeja que recoge el polen, o al descubrir un nido de jilguero con proporciones euclidianas mientras damos un paseo por el parque? El asombro es un sentimiento entrañable que nos devuelve a los períodos más tiernos de la infancia.

Pero a veces nos parece incompatible con la rutina del día a día y lo descuidamos: ¿Es el asombro un bien fugaz como un cometa, o puede ser una actitud habitual frente al devenir de la vida? ¿Y si la naturaleza, además de estar allí brillando para nuestro deleite, es también un lenguaje de Dios; un portal con capacidad de conducirnos al Creador e invitarnos a iniciar un diálogo con Él?

Pensaba en estas cosas mientras leía el maravilloso libro de la profesora Isabel M. León Sanz, El arte creador en San Buenaventura. Fundamentos para una teología de la belleza (Pamplona: EUNSA, 2016), pues allí se enfrentan estas preguntas desde una triple perspectiva: estética, metafísica y teológica.

Me impresionó vislumbrar la riquísima tradición que se erige a mis espaldas y, en lugar de respuestas, borbotearon más preguntas en mi interior: ¿Cómo es nuestra apreciación paciente, familiar y sencilla de la naturaleza viva?, ¿es posible que las pantallas nos hayan encandilado de tal modo que hemos olvidado las estrellas?, ¿la devoradora preocupación por nosotros mismos nos deja tiempo para sintonizar con las demás personas y con la naturaleza?

El sentimiento de asombro por lo bello llevó a que San Francisco de Asís (1181-1226) se elevara hasta la experiencia mística de amor por el Creador, y a que San Buenaventura (1217 – 1274) se sentase a la mesa de trabajo con sus herramientas teológicas para preguntarse más a fondo por las causas de su dicha. Es que la belleza es algo demasiado serio como para no interesarse por ella con todas nuestras fuerzas.

El asombro es oxígeno para el alma y destello de eternidad para nuestra existencia. Sin él, corremos el riesgo de transformarnos en criaturas grises que transmiten desencanto a nuestro alrededor.

Me entusiasmé con el proyecto de aprender a mirar la naturaleza como ella pide ser mirada. San Francisco de Asís, San Buenaventura, ¿cómo miraban ellos?, ¿cómo es que la belleza les transformó la vida? Quisiera cultivar el gusto y crecer en sensibilidad para acoger la belleza; me gustaría poder reconocer en el mundo, en las galaxias y en el cosmos, como lo hicieron estos santos, la grandeza que esconden detrás de sus apariencias: me gustaría mirar dentro de la realidad, y captar su significado.

Así, la naturaleza ya no es solo “un adorno para la vida” o “un pasatiempo saludable”, sino lenguaje divino, a través del cual Dios nos comunica su amor y nos invita a responder con gratitud y alabanza.

Con este empeño, como explica la profesora León Sanz, descubriremos que “el universo constituye un lenguaje luminoso que expresa en belleza multiforme y ordenada la belleza de su Autor”.

¿No es esto grandioso?

 

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Juan Ignacio Izquierdo Hübner es abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile, licenciado en teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) y alumno del máster en teología de la Universidad de Navarra (España).

 

«El arte creador en San Buenaventura», Isabel María León Sanz (EUNSA, 2016)

 

 

Juan Ignacio Izquierdo Hübner

 

 

Imagen destacada: San Buenaventura.