[Crítica] «La última frontera»: La tragedia histórica de una generación

El título de época de los debutantes creadores locales Fernanda Abarca y Andrés Opaso —escenificado en el apogeo represivo del régimen cívico militar chileno— se estrena este jueves 30 de septiembre y de manera simultánea a través de la plataforma de streaming de Cinemark, y por el VOD de la Red de Salas y de la Cineteca Nacional.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 30.9.2021

El filme de los jóvenes directores nacionales Fernanda Abarca y Andrés Opaso es una muestra de que con pocos recursos materiales a disposición, se puede hacer bastante gracias al talento innato de un afiatado equipo de realización.

Ambientada al principio de la década de 1980 —por los datos temporales que nos entrega su guión—, y cuando el gobierno cívico y militar presidido por Augusto Pinochet Ugarte desplegaba el cénit de su terror represivo, La última frontera (2019) es una obra audiovisual en la cual resaltan una serie de variables técnicas, como lo son la música incidental utilizada, una brillante dirección de arte, y la excelente caracterización dramática de la pareja protagónica conformada por las interpretaciones de los actores Daniel Candia y Francisca Walker.

Esta última encarna el rol de Carmen, una antigua militante de izquierdas, y quien luego de ser doblegada y quebrada en base a torturas, ahora es una informante infiltrada de la CNI, la organización que asumió el relevo de la DINA de Manuel Contreras Sepúlveda, luego de la escandalosa disolución de esta en 1977.

El papel de Walker, entonces, se interna como una falsa secretaria en la cotidianeidad de una casa productora dedicada a la publicidad, pero la cual cobija en sus cuadros a comprometidos militantes de la oposición al gobierno liderado por Augusto Pinochet.

Con esa base argumental, los directores construyen un trepidante thriller psicológico apuntalado por un detallista trabajo de guión, una tenebrosa y sugestiva música incidental (a cargo de Renato Hidalgo), y la cual es un elemento audiovisual destacado en el aplaudible universo creativo del filme.

Asimismo, la coherencia de un montaje que reproduce con eficacia la narratividad de un libreto revisado (se percibe) que una y otra vez, acompañados por una dirección de arte que con inteligencia y una gran visión conceptual y escénica reproduce la atmósfera oscura y vigilada de esa época vergonzosa de nuestra trayectoria republicana.

La caracterización de personajes de la dupla protagónica es tan profunda y lograda (me refiero a Walker y a Candia), que una secuencia como la de su forzado encuentro sexual, sintetiza toda la coerción, la violencia y la sujeción emocional que implica el vínculo entre una informante virtualmente secuestrada por la CNI, y su agente tutor y controlador en ese microcosmos kafkiano que fue financiado por el Estado de Chile y el silencio y el miedo de millones de sus ciudadanos, para desplegarse sobre las asustadas calles del Santiago de los 80.

 

El bajo nivel interpretativo de Mario Horton

El punto bajo de este meritorio conjunto, sin embargo, es el precario registro compositivo y actoral de Mario Horton.

Comparado su desempeño frente a la categoría de los roles abordados por Candia y por Walker (y su resultado ante la cámara), se evidencia que la compostura de Horton Fleck corresponde a la un intérprete situado varios escalones artísticos más abajo, que los atributos dramáticos requeridos, finalmente, para levantar un proyecto cinematográfico de primer nivel y con mayores ambiciones creativas que el promedio.

Las teleseries, en efecto, son el campo actoral y natural que se manifiestan a la altura propia de las monotemáticas y predecibles cualidades escénicas del citado profesional.

Francisco Ossa, en tanto, y en el desarrollo de un papel en apariencia menor, cumple en su personificación con la idea diegética de neurosis precipitada que puede adjudicársele a un guerrillero acosado en su frágil escondite por las filas implacables de la Central Nacional de Informaciones.

Insistimos en que el principal logro de La última frontera (cuyo título evoca al límite que separa a la opresión de una libertad apenas vista), en una imagen buscada en este caso por los realizadores mediante los planos generales de una Cordillera de los Andes blanca y abierta a escribir (y a recibir) un futuro en ciernes, hipotético y promisorio, es que con pocos elementos técnicos y de producción, su equipo creativo elabora un producto audiovisual y dramático sofisticado, amparado por el talento cinematográfico de la pareja de realizadores, y de una dirección de arte (ideada por Sofía Stipicic) para tomar muy en cuenta.

La ópera prima de Fernanda Abarca y de Andrés Opaso se estrenará este jueves 30 de septiembre de manera simultánea a través de la plataforma de cine online de Cinemark y por el VOD de la Red de Salas y de la Cineteca Nacional de Chile.

 

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Tráiler:

 

 

Imagen destacada: La última frontera (2019).