[Crítica] «Pompeya»: En un Santiago nocturno y marginal

El montaje del dramaturgo chileno Gerardo Oettinger y el cual es dirigido en esta ocasión por Rodrigo Soto nos sumerge en una realidad desconocida para muchos, un ambiente de carencias, de desamor, de sobrevivencia no solo frente a la violencia, sino también ante el desprecio y la discriminación.

Publicado el 15.6.2022

Pompeya, del dramaturgo chileno Gerardo Oettinger (44), quien viene escribiendo desde hace un buen tiempo dramas realistas con una fuerte tendencia a lo trágico.

Y esta propuesta de 2017 no está ajena a ello, con la dirección de Rodrigo Soto, aquí la marginación social, la discriminación y la prostitución travesti se palpan desde el primer momento y donde sus protagonista, verdaderas escorias humanas para muchos, se encomiendan a la Virgen de Pompeya para que los cuide en ese mundo de esquinas de sexo, violencia y drogas, con presentaciones hasta el próximo 18 de junio en la sala teatro Mori de Bellavista.

Ha desaparecido un travesti y han apuñalado a una prostituta colombiana, mientras en un departamento modesto de Santiago se encuentra Zuzú, interpretado genialmente por Rodrigo Pérez (no puedo dejar de mencionar que este personaje me recordó mucho a Pedro Lemebel, pero también al transexual que encarnó en Los arrepentidos).

Él es un viejo travesti, que tuvo su época dorada en el prostíbulo conocido como La Carlina. Ahora en decadencia ayuda y les da techo a dos jóvenes travestis, un gay y un transgénero que sueña con operarse y tener un esposo, todas ejerciendo la prostitución en la calle, donde la competencia en fuerte con las inmigrantes colombianas y peruanas.

Es aquí que uno de los travesti culpa a una colombiana de la desaparición de su «amiga» viéndose enfrascada en una violenta pelea donde la extranjera saca la peor parte desatando una verdadera guerra en las esquinas del Santiago nocturno y marginal.

 

Gritos desgarrados que llegan al alma

Con un buen diseño de vestuario y perfecto maquillaje los actores dan vida a estos travestis que se sitúan en una atmósfera muy bien lograda y cuya escenografía, pese a ser sencilla, nos transporta a ese mundillo descarnado que bordea la miseria y la pobreza.

Un termo y cuatro tazas de té sobre una mesa de madera cuadrada con sus sillas, más un refrigerador ochentero dónde se sitúa el altar de la virgen de Pompeya a la cual le encienden velas, vasta para crear una escena notable con una luz tenue. Hay un detalle que es poco frecuente de ver en el teatro y es el hecho que inviten a un grupo del público a sentarse arriba del escenario al lado de los actores.

De un relato vivo, coherente y sin perder el ritmo, está puesta en escena atrapa al espectador (aunque se corte la luz, como en esta función). Es una obra lúcida, potente, fuerte, que no da respiro y donde los actores se mueven en un campo acogedor, con gran velocidad y una variedad de diálogos estridentes, coléricos y grotescos.

Los personajes son del submundo, violentos, atrevidos y totalmente «enyegüesidos». Hay momentos hilarantes, que por argumentos nos reímos, pero otros porque siempre el chileno se ha burlado del «maricón» y del travesti.

En tanto, los actores están simplemente brillantes y con una versatilidad notable, todos a un gran nivel no solo de trabajo actoral y ponerse tacones, sino en un aprendizaje psicológico para entrar en la mente y en la crudeza de estos: La Beyoncé (Jaime Leiva), se declara transgénero y sueña con operarse y dedicarse al canto.

Leila (Gabriel Urzúa), es la más violenta, facha pobre y con un odio a los inmigrantes y el Lucho (Guilherme Sepúlveda), un gay cafiche y proxeneta, es el menos amanerado. Aquí salen todos airosos, no hay un actor que esté sobre el otro y eso es la magia del director, que cada personaje se muestre, se saque provecho y llegue a la audiencia.

Pompeya nos sumerge en una realidad desconocida para muchos, un ambiente de carencias, de desamor, de sobrevivencia no solo a la violencia, sino al desprecio y a la discriminación. Es en ese lenguaje agresivo y flaite, donde se habla a «chuchá limpia», pero en cuyo contexto social se respetan ciertos códigos de la calle, y el cual es usado como un arma de defensa ante la sociedad que los margina.

Es un montaje potente, fuerte, y donde los gritos desgarrados llegan al alma. Escenas que no te dejarán indiferente y por tanto, un espectáculo que se debe ver como sea.

 

Ficha técnica:

Dirección: Rodrigo Soto.
Dramaturgia: Gerardo Oettinger.
Diseño sonoro: Daniel Marabolí.
Diseño integral: Gabriela Torrejón.
Producción: Alessandra Massardo.
Elenco: Guilherme Sepúlveda, Rodrigo Pérez, Gabriel Urzúa y Jaime Leiva.

Desde el 9 hasta el 18 de junio de 2022, jueves a sábado a las 20.30 horas, en la sala Teatro Mori Bellavista, calle Constitución N° 183, Providencia, Santiago.

 

 

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Miguel Alvarado Natalí (Santiago, 1968) es periodista de profesión y escritor por oficio y vocación. Ha publicado los poemarios Estaciones (1997) y Barrio Yungay (2012), y la novela Calle Dieciocho (2001).

 

«Pompeya» de Gerardo Oettinger se exhibe hasta el próximo 18 de junio en la sala Teatro Mori de Bellavista en Providencia

 

 

Miguel Alvarado Natali

 

 

Imagen destacada: Pompeya, de Gerardo Oettinger.