[Cuento] Una fuerza misteriosa

Este 8 de septiembre la civilización cristiana occidental celebra un día especial y de profundo simbolismo, el cumpleaños de la Virgen María, gracias a la cual, y al decir de San Juan Damasceno, el género humano ha sido restaurado y su tristeza se ha transformado en alegría.

Por Juan Ignacio Izquierdo Hübner

Publicado el 7.9.2021

Pablo llegó del colegio con la mirada en el suelo. No hizo caso a las miradas que le dirigieron su hermana y su madre desde la cocina, ni al aroma a tostadas, tomate y jamón que se escurría por la puerta entreabierta, y subió las escaleras casi corriendo para entrar en su habitación, cerrar la puerta con pestillo y acostarse sin siquiera sacarse los zapatos. Entonces respiró aliviado.

Ese día no había tenido entrenamiento de fútbol y había perdido una oportunidad de hablar con Marga, su amor super secreto. De pronto, le vibró el celular en el bolsillo y Pablo sintió que una fuerza poderosa lo poseía y empujaba a revisar el mensaje cuanto antes, con un sentido de urgencia tan apremiante que lo hizo sentir turbado, o incluso humillado; apretó los labios e intentó resistirse.

Este modo de llegar a casa se estaba haciendo habitual. Cada día Pablo renovaba las excusas para refugiarse en su habitación sin tomar té con su madre y su hermana pequeña, quien sufría cada vez que lo veía pasar de largo. Ese día el profesor de Castellano le había sentenciado un 2 por no haber entregado a tiempo un ensayo importante. Pablo no había tenido fuerzas para escribirlo y eso lo frustraba.

La culpa la tenía esa fuerza misteriosa, que se infiltraba en sus venas para obligarlo a revisar al instante cada notificación, y luego a quedarse ahí, vagando por las redes sociales, viendo videos, uno tras otro, siempre con la idea peregrina de que ése sería el último, y así, una hora, dos, tres, hasta que llegaba la hora de cenar y se levantaba con el brazo dormido, los ojos secos y el alma vacía.

Pablo sintió que el colchón en que estaba hundido le ofrecía la comodidad de una nube. Su mano se deslizó hacia el bolsillo, lista para extraer la pantalla y blandirla frente a sus ojos como el espejo de los deseos, pero miró, entonces, quizá por desesperación, las murallas de la habitación, las estanterías con los libros que tanto disfrutó en su infancia y, de pronto, se reencontró con la imagen colgada frente a la puerta: una copia del cuadro Santa Ana y la Virgen, de Murillo, aquel en que María está aprendiendo a leer por la enseñanza de su madre.

Entonces Pablo tuvo la cálida sensación de que María, esa niña con rostro claro y vestido rosado, que bien podría tener la edad de su hermana pequeña, estaba conversando con Ana, su madre, y el tema era él… Pablo se levantó sin darse cuenta y se acercó al cuadro hasta casi tocarlo con la nariz.

Pero al poco rato volvió a acostarse, su mano le sostuvo el celular a la altura de los ojos y deslizó el pulgar sobre la pantalla para abrir el WhatsApp e iniciar luego el vitrineo digital. Y, sorpresa, se trataba de un mensaje de Marga.

Era un mensaje de difusión, un “muchas veces reenviado”, pero venía de Marga. Y se trataba de un video corto que recordaba que ese día era el cumpleaños de Santa María.

Pablo guardó el celular en el bolsillo, miró a la Virgen y, sonriendo, le guiñó un ojo. Luego bajó a tomar té con su hermana y su madre.

 

***

Juan Ignacio Izquierdo Hübner es abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile, licenciado en teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) y alumno del máster en teología de la Universidad de Navarra (España).

 

Juan Ignacio Izquierdo Hübner

 

 

Imagen destacada: Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, de Bartolomé Esteban Murillo.