[Ensayo] «Velas en domos»: Entrevistar a la soledad infinita

En este libro de poemas del autor chileno Teodoro Escribano Ocampo, que más podríamos llamar confesiones, hay toda una declaración de principios, de propensiones artísticas y, sobre todo, de lineamientos de vida, porque podemos encontrar que se le habla a la naturaleza, a los lugares, a las personas, que se mencionan sitios o que, simplemente, se declama en torno al ruido de un corazón o de otro chamuscándose.

Por Sergio Marentes 

Publicado el 21.11.2022

Entrevistar a la soledad puede ser una de las cosas que más hayamos hecho desde que existimos como especie. Siempre, luego del ruido, de los demás, de todo el mundo, llegamos a la completa soledad a hacer alguna pregunta, a cuestionar lo que vimos, lo que se nos dijo, o a rechazar, a quemar con fuego virgen lo que se nos impuso sin nuestro permiso.

Y Teodoro Escribano Ocampo (2003), lo primero que hace, al mostrarnos el camino que es Velas en domos (Colección BlueLine del sello editorial NoteBook Poiesis, 2022) es, justamente, entrevistar a la soledad, como si esto fuera el primer requisito para emprender un viaje. Tal vez los poetas lleven milenios haciendo esto, y tal vez otros tantos siglos o milenios, no sé cuánto vayamos a durar acabando con el mundo, la humanidad estará haciéndolo.

Pero el autor, como un poeta de sangre limpia, un poeta genuino, habla con ella como si fuera la primera vez. Esto, además de ser una enseñanza, es un mensaje para las generaciones venideras y para quienes leerán todo el libro: háganlo todo por primera vez.

Cuando vamos de viaje a un bosque, por ejemplo, se nos suele decir que éste está poblado, para, a la vez, advertirnos de los cuidados que debemos tener. Se sabe que, como foráneos, como extranjeros, como migrantes o visitantes, en algún lugar las cosas dueñas de los lugares se van a manifestar cuando perciban el cuerpo extraño e invasor que somos.

Pues, regresando a las estirpes de poetas verdaderos, aquí Escribano Ocampo, previendo eso, pregunta una y otra vez, no la misma pregunta sino todas las preguntas, hasta, por ejemplo: ¿Cómo puedo negar al mundo / Cuando este se me pavonea? Y, con sus preguntas, nos demuestra que un poeta verdadero, así como una persona verdadera, no le tiene miedo a preguntar, sea lo que sea, sea a quién sea.

 

Sin una sola estrella en el cielo

Y es que, me pregunto y les pregunto, qué otra cosa que no sea preguntar nos convierte en humanos. Para responder esa pregunta, por ejemplo, me remito a una que hace el poeta: ¿Qué significa / Que el tiempo pasó/ Y no nos dimos cuenta?

Por supuesto, y de esto también saben los poetas como Escribano Ocampo, preguntar con rapidez y responder de igual manera es lo que, además de convertirnos y mantenernos como especie, nos multiplica como seres cada vez más convulsos.

Y, al final como va escrito en un verso, sólo se busca conmover porque el arte es una carta abierta, porque preguntar sin dejar de pensar es una carta dirigida a toda la humanidad, que es, palabras más, palabras menos, lo que hace de principio a fin el autor en Velas de domos.

Una de las cosas que más enriquecen a un libro son las criaturas que lo habitan, esos seres únicos que se encuentran solamente allí, como los que nos muestra Escribano Ocampo, que responden y preguntan como si se encontraran en una habitación a oscuras sin haber tocado, luego de mucho tiempo, milenios tal vez, alguna pared. Y esto es, quizá, porque no se trate de una habitación a oscuras, sino de que estamos bajo el firmamento infinito, en medio de la noche, sin una sola estrella en el cielo.

Y que esto, porque no habrá que preguntarles a los poetas, o a Escribano Ocampo, para no ir tan lejos, se trata de una caja negra e infinita en la que nos encontramos y de la cual jamás llegaremos a tocar sus paredes, su fondo o su cubierta.

 

La orilla donde nadie nos espera

En este libro de poemas, que más podríamos llamar confesiones, hay toda una declaración de principios, de propensiones artísticas y, sobre todo, de lineamientos de vida, porque podemos encontrar que se le habla a la naturaleza, a los lugares, a las personas, que se mencionan sitios o que, simplemente, se habla del ruido de un corazón o de otro chamuscándose. Instantáneo es sinónimo de sempiterno, titula el poeta en algún lugar de este libro.

Y, tras leer el libro, el poema, el verso o, sencillamente, el título del libro, nos enteramos de que estamos siendo eternos. Aunque esta condición de eternidad no nos haga justicia para esos seres finitos y tan pequeños que somos. Y, justamente, Escribano Ocampo en su poema «Justicia», en tres versos, nos hace una pregunta que podría cambiarnos, si no la vida, la forma de verla:

Lo que te desees
Concédeselo a tu villano.
Ahora plantéate: ¿le corresponde a cada uno?

Pero también, porque una de las labores de los poetas es ser jueces y parte, lado, contralado, arista y superficie, más adelante el poeta nos habla de la defensa de la inmortalidad. Y es cuando nos preguntamos si de verdad la necesitamos, o si de verdad somos eternos o inmortales. Una de las formas, de hecho, de la inmortalidad es la poesía.

Es por eso que, al leer este libro, en cualquiera de sus formas, en cualquiera de sus lugares, de sus rincones, nos convertiremos, más allá de mar, barca o marinero, en una vela que, aunque está siendo llevada por el viento, es la que traslada a la barca sobre el mar para que el marinero llegue, por fin, a la orilla en donde nadie lo estaba esperando.

 

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Sergio Marentes (Bogotá, 1983) es un narrador y poeta colombiano, cabecilla del Grupo Rostros Latinoamérica, fue editor de las revistas Literariedad, y Esteros.

Asimismo, fundó y dirigió el colectivo poético Regálate un poema. Su amplia obra literaria completa está siendo publicada en una colección especial de la editorial colombiana äëïöü.

 

«Velas en domos», de Teodoro Escribano Ocampo (Colección BlueLine, NoteBook Poiesis, 2022)

 

 

 

Sergio Marentes

 

 

Imagen destacada: NoteBook Poiesis.