[Estreno] «El tesoro»: Un equilibrio extrañado

La obra del realizador rumano Corneliu Porumboiu —exhibida en la prestigiosa sección «Una cierta mirada» del Festival de Cannes 2015— puede visionarse a través de la plataforma de streaming habilitada por la distribuidora chilena de cine arte, Arcadia Films.

Por Ezequiel Urrutia Rodríguez

Publicado el 2.2.2021

No sé si es porque Indiana Jones (1981) me tiene algo malcriado, pero si hay algo que me desilusiona de la siguiente historia es la poca sustancia de la misma. Un intento de La isla del tesoro en el patio de tu casa donde no ocurre absolutamente nada.

Pero lo más molesto de todo, es que al principio parecía un relato con un plot bastante interesante, con un encuadre panorámico, si bien, de acción estática y lenta, el cual a su vez resulta ideal para tomarte las cosas con calma y darle prioridad a las interacciones entre sus personajes (cuando los desarrollas).

Y justamente, es así como el director de esta cinta, Corneliu Porumboiu, nos presenta al actor principal de su relato: Costi. Este sería un padre de familia amoroso y dedicado, que además comparte un tema en común con su pequeño, su aprecio por la obra Robin Hood. Cuadro que no podría ser más adorable, al punto que me recordó a mí de niño, cuando veía Dragon Ball con mi padre en la televisión.

Seguido de esto, Porumboiu nos presentaría al segundo personaje de esta historia, chispa que, se supone, encendería la mecha que detonaría la obra. Vanzator, amigo de Costi. Este se presentaría ante nuestro protagonista en un curioso plano confrontativo, narrando que tras una mala inversión, ha sumado una profunda deuda y requiere de la ayuda de su amigo para un encargo.

¿Y cuál es ese encargo? Pues simple, una búsqueda en casa de sus abuelos, quienes un día le contaron que habían escondido un tesoro durante los tiempos de la Guerra Fría, cuando Rumania estaba regida por el mando del comunismo. Y a cambio de que Costi lo ayude a encontrarlo, este le promete un porcentaje del mismo.

Algo a destacar de esta introducción es que seguiría las líneas de esta clase de relatos, presentándose bajo una premisa simple, clara y directa. Lo suficiente para que cualquiera pueda seguirles la pista y se entusiasme con esta búsqueda.

Al mismo tiempo, retomando el mencionado “encuadre confrontativo”, nuevamente se rescata la forma en que Porumboiu distribuye el control de sus situaciones. ¿Qué quiero decir con eso? Para empezar, al ubicar a Costi a la derecha de la pantalla cuando su amigo (que está a la izquierda) presenta su trato, quien además se demuestra en un estado de necesidad.

De esa forma, el mismo patrón sería encontrado en una siguiente escena, en la cual Costi busca rentar un detector de metales, siendo esta vez él quien se encuentre a la izquierda de la pantalla en posición de necesidad, mientras oye al proveedor (a la derecha) dando una respuesta a su petición.

Esto se replicaría con el contacto de Costi, visto poco después, quien también pasaría por el lado izquierdo de la pantalla, repitiendo el patrón.

Práctico.

Por otro lado, un elemento que volvió este relato aún más atractivo fue el modo en que Porumboiu metió al ruedo la tensión, recordando a sus personajes las leyes rumanas sobre el patrimonio nacional, enfatizando así en los riesgos de extraer dicho tesoro (cárcel). De ese modo, la atención de la audiencia se mantiene expectante.

Pero entonces llegaría la hora de la excavación, y todo lo que Porumboiu construiría terminaría en el drenaje. ¿Pero por qué?

Para empezar, continuar este acto con el mismo plano estático fue una mala idea. Media hora de un enfoque plano, que se suponía trataba de un encargo ilícito en una carrera contra el tiempo. Debieron existir mayores movimientos y cambios en la cámara, así como un mayor juego entre paneos y vigilancias en la entrada.

En segundo lugar, resulta insufrible ver la tranquilidad de estos “caza-tesoros”. Es decir, de caer la policía, irían a prisión por no declarar un presunto artículo del patrimonio nacional; pero ellos están ahí, campantes, gozando del clima, como quien espera en la fila del banco. ¿Adónde narices se nos fue la tensión?

Pero la cereza del postre vendría del rol de Vanzator, quien de pronto pareció olvidar todos sus problemas financieros (mínimo un poco de ansiedad, para la otra). Y a su vez, para ser alguien que se encuentra desenterrando su pasado familiar, resulta extraño que no se encuentre afectado emocionalmente, o mínimo, reflexivo.

Ahora bien, en estos casos se suele decir que lo importante para analizar un metraje está en el apartado visual. Pero aunque esto no deje de ser cierto, no es excusa para descuidar así el elemento argumental, así como el avanzar de sus personajes dentro de la obra.

De hecho, hay una película polaca que, no hace mucho, fue comentada por parte de Cine y Literatura. Ida, de Paweł Pawlikowski (2013). En esta, aunque su énfasis en lo audiovisual tiene un peso importante, su trabajo narrativo es igual de contundente, junto con aquellos personajes que se volvieron su propio mundo.

Y esa misma, es la principal carencia de El tesoro, que podrá tener un juego visual claro, que logra enfocar a sus actores, distribuyendo sus roles, pero esto no quita que no haya sabido desplazarse durante la búsqueda, no quita que sus personajes no fueran más que acomodadores, y que al final no haya un crecimiento más allá de sus bolsillos.

Ahora, no por eso estoy pidiendo que todo sea siempre balazos y junglas espesas, pero sí que recuerden la importancia de balancear siempre el estilo y la sustancia, en especial con un tropo con tanta trayectoria como es el de los “busca-tesoros”. Turteltaub lo ve así, Lucas lo ve así, este mismo tropo es así, y uno apenas sí puede agradecer a Porumboiu que lo invertido no sea en vano.

Por lo mismo, es que no puedo decir que recomiendo esta obra, ya que lo que atrapa, dura muy poco, y respecto a su tropo, es una muestra de que a veces, las cosas quedan mejor cuando se hacen a la antigua. Pero esperemos que Porumboiu equilibre mejor su obra la próxima vez que toque el tema.

 

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Ezequiel Urrutia Rodríguez nació en la comuna de San Miguel (1996), pero ha vivido toda su vida en la comuna de Lo Espejo.

Es egresado de administración empresarial del Centro Educacional Alberto Hurtado y de pedagogía general básica de la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez, con la mención en lenguaje, comunicación y literatura.

También es el autor de la obra homónima Kairos, del sello independiente Venático Editores, y es el dueño del canal de YouTube Poesía con Armin, en el cual adapta su repertorio a material audiovisual.

Asimismo, es socio activo de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) y participa del grupo en Podcast, Momento Literario.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Ezequiel Urrutia Rodríguez

 

 

Imagen destacada: El tesoro (2015).