«Militarizar una prueba resistida»: La cruzada de Federico Valdés

Desde esta deshilvanada columna, escrita a la carrera en una noche de insomnio, le hago llegar al rector de la Universidad del Desarrollo mi irrestricto apoyo por su idea de rendir la PSU en los cuarteles de las Fuerzas Armadas. Como va a ser criticado por moros, cristianos y ateos que rezan a escondidas, necesita urgente ayuda, pues las jaurías no perdonan, cebadas en su mediocridad. Me comprometo a defenderlo en futuras crónicas, aunque me enemiste con mis colegas literatos: ojalá hubiera en Chile otros individuos, poseedores de tan esclarecida originalidad.

Por Walter Garib

Publicado el 12.1.2020

Para don Federico Carlos Valdés Lafontaine, rector de la Universidad del Desarrollo, la PSU se debería realizar en recintos militares. Audaz iniciativa que urge analizar, sin caer en descalificaciones. No cualquiera en democracia, plantea una solución militar, cuya originalidad se aplaude. Don Federico Carlos alega que, la mayoría del estudiantado permanece bajo un fuerte estrés y que sólo en lugares bien seguros, y mejor custodiados, puede rendir su prueba PSU, libre de presiones. Sugiere como sitios adecuados la Escuela Militar, dependencias navales, la Escuela de Carabineros, recintos de la Fuerza Aérea y los cuarteles de la PDI. Un abanico de posibilidades. Nada dice si se podrían incluir las bases militares de la Antártica, ni los puestos de vigilancia y aduana de las fronteras. Omite referirse a las cárceles de alta seguridad, donde por sus características, otorgaría un elemento extra al desempeño de la prueba. Se abstiene de mencionar los cuarteles de bomberos, ante el riesgo de producirse un incendio el día de la prueba y el local quede sin custodia. No recomienda la isla Juan Fernández, ni el archipiélago de Los Chonos, menos aún Las Torres del Paine, acaso uno de los lugares más idílicos de la tierra. Sería un estímulo rendir ahí la prueba.

Sorprende que no haya sugerido los conventos, monasterios y abadías, donde impera la espiritualidad, “alejado del mundanal ruido” convirtiéndose estos lugares de santidad, en ideales para la meditación. Por desgracia, el rector Federico Valdés aconseja realizar la prueba en sectores urbanos, lo cual perjudica a quienes viven en sectores rurales. Bien puede tratarse de un olvido pasajero, tan propio de insignes pensares, avocados desde su juventud, al estudio del lucro. ¿Cómo debería operar este sistema sui géneris ideado por este caballero, cuya originalidad asombra a nuestra alicaída imaginación y resuelve de una plumada, las dificultades de su ejecución?

El rector nos entrega un abanico de pautas y mediante sus sabios consejos, indica el adecuado camino. Nada al azar ni recovecos, tratándose de una prueba tan discutida y resistida. De madrugada, quienes la van a rendir, deben presentarse en estos sitios sugeridos por el rector, en tenida de campaña, sin otro elemento que podría ser calificado de atentatorio a la seguridad del recinto militar. Las medidas de seguridad, no pueden hallarse ausentes, si se piensa en los destrozos que en octubre del año pasado, se ocasionaron en el Metro de Santiago. Ahora, debe imperar la disciplina castrense. La chiquillería antes de ingresar a las dependencias militares, será sometida a un riguroso cateo personal, donde se incluirán detectores de metales y comprobación de identidad. Después del examen preliminar, los postulantes se reunirán en los patios y en fila, acompañados de la banda de música del batallón militar, si la hubiere, ingresarán a las salas a rendir la prueba, dando pasos de ganso.

La militarización de la PSU, aunque no les seduzca a quienes nada aportan a la sociedad, traerá beneficios colaterales. Analicemos los temas bajo el prisma de la racionalidad y no movidos por ideas fanáticas. Nuestra juventud, rebelde por naturaleza, entenderá que la disciplina militar debe estar presente en sus vidas y olvidarse de protestar. Nada de asumir actitudes de sedición, y ponerse a exigir dignidad en el trabajo, la educación, la salud y pedir igualdad de oportunidades. Todo esto se les ha regalado con creces, desde hace 40 años, gracias a un sistema político y económico, que ha sacado a Chile del subdesarrollo. Y aunque usted no lo crea, el estallido social del 18 de octubre, fue en apoyo al gobierno.

Ahora, si prospera la idea de don Federico Valdés, las escuelas y universidades podrían cobijarse en los cuarteles y la disciplina volvería a reinar en el país. Desde luego, sujeto al mando militar. El rector en este y otros puntos vinculados a la enseñanza, tiene la razón, pues enriquece la alicaída visión de futuro de nuestras autoridades, enceguecidas por el poder. No piensan, más bien rumian su mediocridad. A ninguna de ellas se le ocurre nada y la solución ha llegado desde la más alta jerarquía de un centro universitario, abierto a la comunidad. ¿Acaso usted ignora que en justicia, podría llamarse universidad popular, pues acoge de preferencia a jóvenes de escasos recursos y les otorga becas? Al llamarse Universidad del Desarrollo (UDD), se desarrolla día y noche para privilegiar el lucro.

Desde esta deshilvanada columna, escrita a la carrera en una noche de insomnio, le hago llegar a don Federico Carlos Valdés, mi irrestricto apoyo a su cruzada militar. Como va a ser criticado por moros, cristianos y ateos que rezan a escondidas, necesita urgente ayuda. Las jaurías no perdonan, cebadas en la mediocridad. Me comprometo a defenderlo en futuras crónicas, aunque me enemiste con mis colegas escribas. Ojalá hubiera en Chile otros individuos, poseedores de tan esclarecida originalidad.

 

Walter Garib Chomalí (Requínoa, 1933) es un periodista y escritor chileno que entre otros galardones obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Santiago en 1989 por su novela De cómo fue el destierro de Lázaro Carvajal.

 

Walter Garib

 

 

Crédito de la imagen destacada: Federico Valdés.