[Novedad] «La anomalía», de Hervé Le Tellier: Más vale simulados y felices

Premio Goncourt 2020, la última novela del escritor francés exhibe una trama de identidades refractadas, duplicadas, distorsionadas y desfasadas, y en la cual se ofrece un espacio vasto para el juego literario, y donde además se nos confronta a una realidad actual, aunque decorada con fina ironía.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 28.4.2021

Esta novela, ganadora del premio Goncourt 2020, Le Tellier decide comenzarla (de los literales infinitos personajes de su novela) con Blake y una escena de muerte.

Él es un niño y la madre lo expone a la muerte de un perro atropellado. Vemos ahí el contraste entre la preocupación materna por ocultar esta realidad, en un afán de proteger al niño, versus un pragmatismo frío, levemente perverso, que surge en este, al responderle a la madre que se trata solo de un perro.

¿Cuál es el drama?

“Matar es también una cuestión de capacidad”, leemos. Blake descubre esta capacidad el día en que un tío lo lleva a cazar.

En esta novela de identidades refractadas, duplicadas, distorsionadas y desfasadas se ofrece un espacio vasto para el juego; un juego que adopta los perfiles de un paradigma en el sentido lingüístico.

La novela comienza con una cita de Victør Miesel, autor de La anomalía, y, también, personaje dentro de la narración: “A sus cuarenta y tres años, quince de los cuales dedicados a la escritura, el mundillo literario le parece un tren grotesco en el que unos listillos sin billete se cuelan descaradamente en primera, con la complicidad de unos revisores incompetentes…”.

Quizá la clave de esta novela intrincada, no solo por su tenacidad (el autor es también matemático), sino por su propuesta donde se mezclan nihilismo y comedia, la hallamos aquí:

“Clémence Balmer lee deprisa, es su trabajo, y una hora después ya lo ha terminado. La anomalía no se parece a nada de lo que Victor haya escrito hasta entonces. No es una novela, tampoco una confesión, mucho menos una sucesión de frases brillantes o de reflexiones deslumbrantes sin mayor conexión entre sí. Es un libro extraño, de ritmo obsesivo, de esos que te enganchan y no te sueltan…”.

Ahí, Balmer reconoce las influencias de Miesel: Camus, Jankélévitch, Goncharov. A estos nombres que él detecta, sin duda se podrían añadir los de Borges, Dostoievski y Margaret Atwood.

Le Tellier puebla su novela con más replicantes, que actúan como portavoces de las más variadas sutilezas de nuestra realidad, tanto virtual como orgánica. Entre otras interlocuciones, destaca la de Betty (mascota del personaje Sophia), un sapo que actúa como símbolo, al parecer muerto, cuando en realidad se halla en estado de suspensión invernal.

Hay discusiones en torno a su especie: sapo, rana, batracio, axolotl. Es sabido que ciertas especies de salamandra pueden regenerar partes mutiladas de sus cuerpos.

Betty se transforma en un misterio incluso más enigmático que el predicamento humano: “Nunca había visto nada igual, la rana esta de los cojones estaba cien por cien muerta y requetemuerta, y mírala ahora, chapoteando como una puta en celo. Es alucinante”.

Otros personajes, como Joanna o Slimboy, el pop star nigeriano, permiten denunciar una transversal discriminación, con aristas que van desde el sufrimiento que acompaña la segregación racial y la alienación religiosa, hasta el oportunismo visto como única opción para sortearlas.

El pop star es entrevistado e interpelado sobre su sexualidad. Para salir del paso, besa a su acompañante mujer, en un acto performativo que, como toda performatividad de género, se halla profundamente entreverada con lo legal y lo político.

Si África entera es un infierno para los homosexuales, Nigeria representa el noveno círculo. Está la ley, que los amenaza con catorce años de cárcel; está la policía, que los persigue y extorsiona, y está la inmensa mayoría de la gente, que los detesta y los rechaza con repugnancia, con un odio y un rencor avivados por los obispos y los sacerdotes evangélicos en el sur, y en el norte por los musulmanes que aplican la sharia”.

Párrafos más adelante, la voz narrativa delibera: “Sin embargo, si el cantante fuese fiel a sí mismo, hablaría del destino de Tom, su primer amante, cuando tenía quince años, a quien una multitud desenfrenada quemó vivo ante sus ojos…”.

La anomalía, con todas sus piruetas discursivas y su multiplicidad de personajes, nos confronta con una realidad actual. De hecho, la “acción” transcurre durante el presente año. Y nos ofrece una vitrina decorada con ironía.

La trama es secundaria, a pesar de que la escritura explora géneros como el thriller y la ficción especulativa. Lo que hay detrás de la broma es una postura que nos acerca al vacío, si es que no al decadentismo (movimiento que tuvo su impulso más poderoso precisamente en Francia), porque nos explica que todo es un simulacro.

En “Las preguntas de Meredith”, en una conversación de índole científica (donde se puede ver un influjo borgeano), leemos: “… ¿y si somos seres simulados por otros seres igualmente simulados en una simulación más grande todavía, y si todos los universos simulados se encastran los unos en los otros como muñecas rusas?”.

Son los mismos científicos los que concluyen: “¿De qué sirve saber? Siempre es preferible la oscuridad a la ciencia. La ignorancia es buena compañera, y la verdad no trae nunca felicidad. Más vale simulados y felices que reales e infelices”.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«La anomalía», de Hervé Le Tellier

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Hervé Le Tellier.