«Odiosa censura en marcha»: El caso de Dauno Tótoro

¿Dónde se halla la gravedad de la actitud del joven dirigente político chileno, mientras al expresar su legítima opinión, el país estalla por los cuatro costados? Examinemos la historia: durante el gobierno de Salvador Allende se incitaba a la subversión en la TV, prensa y diversos medios masivos, incluida la desobediencia civil y se descalificaba constantemente a la primera autoridad de la República, pero el gobernante socialista -cuya consecuencia democrática desesperaba a sus adversarios-, jamás censuró las opiniones en su contra.

Por Walter Garib

Publicado el 16.12.2019

Como el objetivo del gobierno donde cohabita la Sofofa, cara visible de la oligarquía, es acallar las críticas a su gestión empresarial, las emprende ahora en contra de la libertad de expresión. Mientras el régimen vive en permanente delirio, desatada paranoia y cree ser objeto de una conjura internacional, empieza a buscar culpables. Esgrime a cada rato la Ley de Seguridad del Estado y con ella utiliza la medicina del caso. En estos días de furia, abrir la boca para opinar constituye un riesgo vital, sin embargo, cierta prensa se atreve, jamás calla ni se acobarda, mientras expresa opiniones y pide la renuncia de quien ha traicionado al país, manipulando engañifas, mentiras y baila en la cuerda floja. ¿Cuál sería el lenguaje adecuado para criticar? ¿Acaso existe una norma, un decálogo donde se indican las palabras prohibidas? Si alguien expresa una opinión adversa al gobierno, por escrito o en la calle durante una marcha, arriesga ser acusado de sedición. De ahí a tener una sociedad vigilada, secuestrada, sometida a la mudez y con las manos amarradas, hay un guiño.

Dauno Tótoro Navarro, joven dirigente del Partido Revolucionario de los Trabajadores, licenciado en historia, propuso derrocar a Sebastián Piñera, lo que se debe interpretar como derribar, arrojar a alguien del estado o fortuna que se tiene. El término se usa en forma especial en política. ¿Dónde se halla la gravedad de la actitud de Dauno Tótoro, mientras al expresar su legítima opinión, el país estalla por los cuatro costados? Examinemos la historia. Durante el gobierno de Salvador Allende se incitaba a la subversión en la TV, prensa y medios audiovisuales, incluida la desobediencia civil y se descalificaba al Presidente. Jamás que se tenga memoria, hubo tanta insidia, fanatismo verbal, unido a atentados terroristas. Allende cuya consecuencia democrática a ultranza desesperaba a sus adversarios, jamás censuró las opiniones en su contra. Dentro de su dignidad, sabía cómo actuar frente a los infundios y las críticas. La prensa canalla, la misma que hoy apoya al gobierno de la oligarquía, lo fustigaba sin darle tregua, segundo a segundo, utilizando una exagerada ojeriza.

De prosperar la acusación en contra de Dauno Tótoro, se produciría una desatada censura en todos los ámbitos escritos y hablados, lo cual alegraría al gobierno, empeñado en domesticar la crítica. Después, vendría la censura desbocada en la actividad literaria, el cine, la plástica, y la valerosa cantante Mon Laferte, entre otras, junto a los numerosos grupos musicales, serían silenciados. La oscuridad de la noche caería sobre el país como lluvia volcánica. Las novelas de escritores como Gabriel García Márquez, Jorge Baradit y Patricio Manns, serían arrojadas a la hoguera, como es el gusto de los censores, para recordarles a los chilenos aquellos días de terror y muerte, durante la dictadura cívico-militar de Pinochet.

Se entiende por subversión una acción y efecto de subvertir; y subvertir se define como trastornar, revolver, destruir. Analizado el significado del vocablo, si alguien se empecina en revolver el gallinero, por ejemplo, sería tildado de terrorista y acusado por las autoridades de gobierno —que empiezan a ver fantasmas hasta en la sopa— de crear una atmósfera de incertidumbre entre las pacíficas aves de corral. No creo que Dauno Tótoro haya querido meterse entre las patas de las gallinas y del gallo, movido por el ánimo de auspiciar la rebelión. Su ideario va más allá. A él -como admirador de la “Revolución permanente” de León Trotski-, le asiste el derecho a creer en ese impulso histórico y a luchar por su ejecución. No creo que Dauno Tótoro pensó en algún momento referirse a la novela satírica Rebelión en la granja de George Orwell, pues él auspicia desalojar del gobierno a quien ha demostrado incapacidad en su conducción.

Infinidad de artículos que se han publicado en la prensa local e internacional, le han solicitado a Sebastián Piñera -en distintos tonos y diferentes lenguajes, ya sea amorosos o agrios- que renuncie a su cargo y se marche a un monasterio. Alejado del mundanal ruido, debe dedicarse a escribir sus memorias o Memorias de un desmemoriado como la tituló nuestro compatriota, el escritor Ernesto Montenegro.

¿Y cuál sería la razón de por qué el gobierno de la Sofofa, no las haya emprendido en contra de cronistas, escritores, escritoras, poetas, ensayistas y periodistas de varios medios de comunicación chilenos? Quizá no se atreva, pero sí se atreve a perseguir y querer silenciar a un muchacho que comienza a abrirse paso en la política. Se trata de la advertencia sibilina cubierta de flores, dirigida a quienes escriben en los medio plurales e independientes, a mantener bajo siete llaves, la boca cerrada. Se equivocan beatos y alcahuetes de la censura oficial del régimen, si nos van a amedrentar. Beban su propio purgante.

 

Walter Garib Chomalí (Requínoa, 1933) es un periodista y escritor chileno que entre otros galardones obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Santiago en 1989 por su novela De cómo fue el destierro de Lázaro Carvajal.

 

Walter Garib Chomalí

 

 

Imagen destacada: Dauno Tótoro Navarro.