[Crítica] «Guerra»: Obuses que pasaban silbando

En esta novela que estuvo inédita hasta 2022 y que había sido robada de su departamento parisino junto a otros manuscritos suyos, una vez caída la ocupación nazi de la ciudad, el inclasificable autor francés Louis-Ferdinand Céline, evoca la convalecencia de un soldado galo —un alter ego suyo— gravemente herido en el frente de la primera conflagración mundial (1914 – 1918).

Por Rodrigo Barra Valenzuela

Publicado el 28.10.2023

En un manuscrito hoy conservado, Louis-Ferdinand Céline (1894 – 1961) describe su estado de salud dividiéndose según las partes de su cuerpo, entre ellas el oído: «completamente sordo del oído izquierdo, con agudos zumbidos y silbidos ininterrumpidos. Ese es mi estado desde 1914, cuando fui herido por primera vez y fui arrojado contra un árbol por el estallido de un obús».

Cuando Céline fue herido por primera vez, tenía 20 años y luchaba junto a los franceses en Poelkapelle (Bélgica) contra el ejército alemán. Era 1914. En plena batalla, se había ofrecido a hacer de enlace entre el regimiento de infantería y su brigada, yendo a transmitir las ordenes de la división al coronel.

En el intento, una bala le hirió el brazo y producto de la explosión de un misil, azotó su cabeza contra un árbol, quedando inconsciente:

«Fue la primera vez que dormí, en medio de aquella tormenta de obuses que pasaban silbando, en medio de todo el ruido posible, pero sin perder del todo la consciencia; dormí en el horror, en definitiva. Excepto cuando me operaron, nunca volví a perder del todo la consciencia. Desde entonces siempre he dormido así, en un ruido atroz, desde diciembre de 1914. Atrapé la guerra en la cabeza. La tengo encerrada en la cabeza».

Años más tarde, previo a la Segunda Guerra, Céline huiría de Francia junto a colaboracionistas nazis, dejando atrás dos maletas con escritos sin publicar.

Dentro de estos, se encontraba Guerra. Las maletas fueron recuperadas recién en 2021 y luego del trabajo de estudio y traducción, vemos en marzo el nacimiento de su primera edición publicada por Anagrama.

 

El horror incesante (en la cabeza)

En Guerra, Céline relata sus experiencias desde que despierta dos días después del ataque, entre medio de sus compañeros muertos, consigue apoyo y es operado en el hospital de Perdu-sur-la-Lys, para luego junto a Angèle, trabajadora sexual y esposa de su amigo ocasional Bebert, planear un viaje a Inglaterra (sin Bebert) gracias al comandante Purcell, cliente de Angèle, terminando la novela en los preparativos del supuesto viaje.

Pero Guerra es un relato que nace casi veinte años después de los episodios como soldado, años en los que Céline se ha vuelto escritor (en 1932, uno o dos años antes de escribir Guerra ganaba el premio Randout por Viaje al final de la noche) y su posición ante el mundo y las pasadas victorias francesas se han agudizado:

«Qué esfuerzo, acordarse con precisión de las cosas cuando han pasado tantos años. Las cosas que dijo la gente casi se han convertido en mentiras. Hay que desconfiar (…) Por el camino se aprenden cancioncitas que nadie le había pedido. Vuelve a nosotros vagando, maquillado con lágrimas y arrepentimientos».

Céline, haciendo literatura de los pasajes de la guerra, se narra como el soldado que habría sido un héroe, posible epopeya, si no fuera porque en su cabeza hay un ruido incesante y un desagrado generalizado, que lo mantiene en los márgenes de su consciencia.

Pasa de los estados de locura y balbuceo inconsciente al regocijo del reposo en la recuperación, o los efímeros estados sexuales y eufóricos con la enfermera L’Espinasse, que Céline narra con la crudeza de la carne que quiere liberarse de la angustia:

«Me agarré a la almohada para dormirme. Siempre tenía que hacer un esfuerzo tremendo para no ceder a la angustia de no volver a dormir nunca más, por culpa de los zumbidos que no se acabarán nunca más, sólo cuando me muera. Lo siento. Ya sé que insisto, pero es la melodía que me ha tocado. Da igual, no nos pongamos tristes».

En Guerra leemos esa melodía, la de un pensamiento aplastado e invadido por una conflagración que no acaba, sino que se manifiesta como estado continuo, trascendiendo a la experiencia bélica, volviéndose afecto.

Así, y en ese movimiento escritural breve e intenso, el acontecimiento brutal, la herida, se propaga balbuceante hacia adelante, hacia los días por venir, cuando la Primera Guerra ha terminado, pero Europa a los pocos años vuelve a estado de ebullición con la llegada del movimiento nazi.

Hay una no pertenencia constitutiva a Guerra, un péndulo que va del deseo de evasión a la aparición de un lugar que no se constituye, del soldado que sale de la guerra pero sin saber adónde ir, lugar propicio quizás para la literatura.

 

 

 

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Rodrigo Barra Valenzuela (1997) es egresado de filosofía, lector y escritor.

 

«Guerra», de Louis-Ferdinand Céline (Editorial Anagrama, 2023)

 

 

 

 

Rodrigo Barra Valenzuela

 

 

Imagen destacada: Louis-Ferdinand Céline en 1958.