[Crónica] No, señor, soy ucraniano

Desde la patria del atormentado Nikolái Gógol, una nación sojuzgada de antaño por el imperio ruso, es que llegó ese compañero mío, de nombre Iván Kovalenko, a las aulas del Liceo Salesiano Manuel Arriarán Barros de La Cisterna, y cuando el futuro cardenal Raúl Silva Henríquez era su rector, allá a mediados de la década de 1950.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 24.2.2022

Iván Kovalenko llegó de Kiev a Santiago de Chile en 1954, con sus padres y una hermana. Padecieron la ocupación alemana, en 1941, la rusa soviética, a fines de 1944.

Tenían estatus de refugiados. Iván, un mocetón de quince años, me llevaba dos, superándome por diez centímetros de estatura. Fuimos compañeros en el cuarto de humanidades del Liceo Juan Bosco, en La Cisterna. Hablaba el castellano fluidamente y poseía mejor vocabulario que muchos de nosotros.

Adusto y reconcentrado, hablaba poco, haciendo de su extranjería una coraza social. Buen alumno, cumplidor como pocos. Infundían respeto sus anchas manos campesinas y su mirada imperturbable.

Durante las dos primeras semanas de diciembre, rendíamos los exámenes finales, con valor de cincuenta por ciento, ante comisiones externas del Ministerio de Educación, integradas por tres profesores para cada asignatura, más el maestro del ramo, que nos defendía, con derecho a voz, pero sin voto decisivo.

En el examen de historia y geografía, Iván Kovalenko se presentaba con nota seis de promedio. Le bastaba un mísero dos para aprobar.

El examinador de turno, luego de leer en voz alta su nombre, le preguntó:

—¿Es usted ruso, verdad?

—Soy ucraniano —respondió Iván, con su aplomada voz de barítono.

—Vamos a ver —retrucó el profesor. —Ucrania pertenece hoy a la Unión Soviética, eso lo hace a usted ruso y soviético.

—No, señor. Soy ucraniano y mi familia es ucraniana.

—Mire, joven, como profesor de historia no puedo dejarle pasar esa afirmación en el examen del ramo… Le doy la última oportunidad para que rectifique. ¿Cuál es su nacionalidad?

—Ucraniana, a mucha honra —reiteró Iván Kovalenko, y su voz pareció estremecer la sombría sala.

Fue reprobado. Días más tarde, a instancias de sus padres, el entonces rector del colegio, presbítero Raúl Silva Henríquez, intercedió ante el Ministerio. Le fue enmendada a Iván la sentencia por un modesto «suficiente».

Se rumoreó en el colegio que el examinador de marras era comunista. Falso. Se iba a comprobar más tarde su filiación radical y masónica.

…A la postre, no todos somos proclives a los imperios y globalizaciones de circunstancia.

Nunca más supe de Iván Kovalenko.

Quizá esté ahora mismo escuchando las noticias de su patria.

 

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Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.

En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Estatua dedicada a Nikolái Gógol en la ciudad de Poltava (Ucrania).