Concierto 13 del Ceac de la Universidad de Chile: La batuta maestra y «eslava» de Leonid Grin

La última presentación de la Orquesta Sinfónica Nacional brindó la exquisita recreación de una partitura canónica del corpus romántico y musical docto: una afiatada versión de la Sinfonía Nº6 «Patética» del compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovsky, a cargo del director titular de la agrupación laica y universitaria, quien es de origen cultural soviético.

Por Jorge Sabaj Véliz

Publicado el 18.10.2018

En el concierto 13 de la temporada 2018 del Teatro de la Universidad de Chile, el cual se desarrolló en funciones dobles los días 12 y 13 de octubre, comparecieron tres compositores de distintas nacionalidades y épocas comenzando con una obra del siglo XX “Lontano” (1967) del compositor húngaro György Ligeti (1923-2006), luego el Concertino Op. 91 para trombones y orquesta de cuerdas (1982) del creador holandés Jan Koetsier (1911 – 2006) y finalmente la Sinfonía N°6 «Patética» (1893) del autor ruso Piotr Ilich Tchaikovsky (1840 – 1893).

 

1) “Lontano” (1967) György Ligeti (1923-2006).

El maestro Leonid Grin dijo unas palabras de preliminares. Señaló que se trata de un compositor contemporáneo, también explicó que tal vez habíamos oído esta obra en la película de Stanley Kubrick, El resplandor. Dijo que Lontano es una expresión italiana que significa distancia y que su aproximación sería la de un hombre común y no la de un músico y luego citó al filósofo y escritor alemán Goethe, quien dijo que los sueños que tenemos son sagrados y por la noche nuestra alma viaja al creador para conversar con él. Hace 50 años György Ligeti lo compuso con sonoridades comunes no estentóreas. El público debía oír su voz interna y meditar.

Comienza con los cientos de madera en piano, se le agrega un cluster disonante. Va subiendo el volumen, ostinato de concertinos en violines primeros. La obra va acumulando tensión, para retornar al piano con sonoridades de vientos graves. A veces los sonidos disonantes me evocaban una calle del centro de Santiago con buses en hora peak. Ostinato de contrabajos en crescendo y con un corte súbito. Mi viaje interior me llevó a un desierto de arena, sal y cielo. Cuerda raspadas en violines primeros y segundos, masas sonoras o timbres en una o dos notas constantes en crescendos y silencios súbitos. Como un gigantesco cluster a destiempo.

 

2) Concertino Op. 91 para trombones y orquesta de cuerdas (1982), Jan Koetsier (1911 – 2006).

Los cuatro solistas de trombón fueron: Ibar Cortés, Adair Ramos, Sergio Bravo y el trombón bajo Obeed Rodríguez.

Una obra donde alternaron momentos concertados, solos de trombones y orquesta de cuerda. Dentro de los trombones destacó el sonido del cubano Ibar Cortés y el del bajo venezolano Obeed Rodríguez. Dentro de tres partes se fue organizando una obra donde los solistas mostraban o acompañaban el tema de la orquesta y viceversa. Las partes de los trombones exigían un fuerte dominio del instrumento. Cada solista tuvo la oportunidad de mostrar su sonido y aptitud. Se complementaron bien. Al final tocaron un bis con ritmos como la salsa y el mambo que obtuvo cálidos aplausos.

 

3) Sinfonía N°6 Patética (1893), Piotr Ilich Tchaikovsky (1840 – 1893).

1. Comenzó con un tiempo más lento y los contrabajos y violas resaltaron en su color. En la entrada de las distintas cuerdas se les notó dubitativos con el tiempo del director y así les costó armar el comienzo de la sinfonía con las distintas entradas y así llegaron al primer clímax más o menos armados. Les dificultó compenetrarse en las entradas, también en el segundo tema y en el interludio. A la orquesta le costó seguir los rubatos, crescendos y decrescendos que proponía el director, así como sus tempos.

En la segunda entrada en fortísimo y el ritmo en la fuga fue distinto, hubo más equilibrio y unidad en el tempo. La masa sonora tendía a diluir los ritmos y los efectos del desacelerando que sentía el director. Lo mejor del primer movimiento fue el final en staccato decrescendo con coral de bronces y de vientos.

2. Buen sonido en el comienzo de los chelos con el tema del movimiento. También precisos en el tempo. El reencuentro rítmico del segundo movimiento ayudó a definir los distintos timbres de las secciones orquestales. Por ejemplo en los violines versus los bronces. El timbal también ayudó marcando el ritmo desde atrás. Marcas de chelos en las entradas y en la conclusión del movimiento.

3. El director dio un compás al aire y nos introdujo en el ritmo del movimiento más rápido. El ritmo de la galopa. Faltó más definición en las entradas de vientos de madera. Esta vez fueron los violines primeros los que llevaron la batuta rítmica del resto de la orquesta, muy bien acompañado por los chelos y sus escalas descendentes. En la mitad del movimiento la compenetración rítmica de la orquesta fue total. Al corno y a la trompeta le faltó más presencia. Bien la percusión en un movimiento con sentido rítmico perfecto. Casi beethoveniano.

4. El cuarto movimiento comenzó casi pegado con el tercero. Los violines entraron en el tono justo de emotividad que pide Tchaickovsky, con decisión y valentía, mientras el resto de las cuerdas los seguían, el resultado fue magnífico. Hubo algunos accidentes, se cayó una parte de un violín segundo y se escuchó, en medio de un pianísimo, un golpe con el arco en los chelos que rompieron un poco el ambiente de tensión. El director se volcó en su emocionalidad. Al finalizar la sinfonía mantuvo el silencio algunos segundos suspendiendo el aplauso.

 

El próximo concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile se efectuará el próximo viernes 19 de octubre en el ex Teatro Baquedano, cuando el conjunto de la Casa de Bello ejecute la Sinfonía «Del Nuevo Mundo» del checo Antonín Dvorák, en un programa que también contemplará la recreación sonora de las obras «Y todavía tiene una pena», del compositor chileno René Silva, y «Fantasía escocesa», del alemán Max Bruch, esta última pieza será interpretada por el solista en violín de la agrupación, Marcelo González.

 

Los cuatro solistas de trombón: Ibar Cortés, Adair Ramos, Sergio Bravo y Obeed Rodríguez, en el Concertino Op. 91 para trombones y orquesta de cuerdas (1982), de Jan Koetsier

 

 

Tráiler:

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile.