«Escombros y cosmética»: La estética de la rebelión nacional chilena

Diestra, siniestra, progresistas y oportunistas de turno, configuraron un país donde se potenció el clasismo, el arribismo y la prepotencia. Quizás en esos años (la década de 1990) no nos dimos cuenta y jamás dimensionamos las consecuencias de una transición desprolija y carente de conciencia.

Por Rodrigo Peralta Godoy

Publicado el 30.10.2019

No es miedo. Es rabia. Pasará a la historia este octubre de sangre. Su locación. El último país del cono sur.  Su realidad: años de atropellos y de timaciones sistemáticas a la moral nacional.

Recuerdo la noche del recambio. La noche de los zapatos negros. Corrían los inicios de los 90. Creímos que todo cambiaría, que la vida sería más amable, que las relaciones tendrían una dimensión más cercana con nuestras biografías. Que compartiríamos el desayuno que había quedado pendiente. Pero en menos de una década de democracia aparente, todo volvió a enrarecerse. Esta vez no era el régimen dictatorial, esta vez fue la muchachada política, que transó a puerta cerrada con los empresarios y la cosmética de un estado atrincherado en la comodidad de un modelo sanguinario y abalado por una constitución siniestra y desfavorable.

Diestra, siniestra, progresistas y oportunistas de turno, configuraron un país donde se potenció el clasismo, el arribismo y la prepotencia. Quizás, en esos años no nos dimos cuenta y no dimensionamos las consecuencias de una transición desprolija y carente de conciencia.

En estos días constatamos la desilusión y el aprovechamiento de una clase política indolente. Nos hablan de agenda social, de unidad nacional. La verdad no sé en qué país habitamos.

Hay tanta rabia mezclada con tristeza. Hay tanta impotencia somatizada con calambres en el alma y cada día que pasa mi boca es un polvorín. No es solo la mía, debo aclarar, es un clamor, una desobediencia civil, un estado de Spleen. Son los humores que están revueltos y fracturados en profundidad.

Ayer fue septiembre, hoy ocurre en octubre y estamos todos alzados a las calles, a esa memoria a todo color, con vestigios de polaroid. Se cruzan generaciones, testimonios y conversaciones con nuestros abuelos y familiares. Se vuelven a abrir los álbumes y los libros de la buena memoria. Porque no queremos que el Estado nos siga castigando por decir que estamos cansados.

Hoy hay muertes en Chile, abusos sistemáticos. Abuelos y jóvenes que se quitan la vida porque ya no dan más con este sistema que atropella la dignidad. No es normal lo que vivimos en esta nación de buenos ciudadanos que buscamos el país del nuevo amanecer.

Son tantas las demandas que se exigen. Hay tanta necesidad. No somos vándalos señores, somos ciudadanos: obreros, estudiantes, padres, madres, abuelos, abuelas, hijos y gente que estamos desde el arte, la creación, la educación y el activismo levantando la voz contra las armas del Estado:

Chile normalizó el silencio durante 30 años

En el campo, en los llanos, en el desierto

Se normalizó el silencio y la omisión

Son muchas las muertes circulando en el aire

Nuestra historia está llena de arrebatos criminales

De acciones políticas desmedidas

El Estado chileno debe responder

No estamos en guerra

Estamos vivos

Vivos somos

De sangre

Somos

Vivos

Dignos.

 

También puedes leer:

Chile: De la pesadilla a la esperanza, o una «nueva patria».

Escritor Marcelo Leonart: «Oh, cómo te desprecio Eugenio Tironi por las metáforas baratas con las que ‘analizabas’ al gobierno y el enriquecimiento de tus amigos».

 

Rodrigo Peralta Godoy (1973). Actor, escritor y docente. Ha participado en diversos proyectos teatrales, cinematográficos y televisivos. Miembro fundador de la mítica compañía de teatro O-culto. Testigo directo del quehacer de finales de los 80 y de la década de los 90 donde se formó como artista. Actualmente es director y editor de Ediciones Filacteria y ejerce como pedagogo en teatro.

 

Rodrigo Peralta Godoy

 

 

Crédito de la imagen destacada: Excelsior.