«Los cuatrocientos golpes», de François Truffaut: La búsqueda de un lugar en el mundo

La cinta emblemática de la Nouvelle Vague francesa —una obra filmada en 1959— es un retrato audiovisual en torno al ansia de libertad de la existencia humana, la cual utilizó novedosos movimientos de cámara para su época y que privilegió un montaje preciosista en su estética, a fin de obtener una mayor verosimilitud en la composición de sus imágenes.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 17.6.2020

Una de las primeras películas que sigue los postulados de unos cinéfilos, reunidos hacia fines de los años 50 bajo el nombre de Nouvelle Vague, la respuesta francesa al Neorrelismo Italiano, que volcará a un puñado de directores a un cine de autor, principalmente rodado en exteriores, persiguiendo la libertad de la existencia humana, utilizando novedosos movimientos de cámara y privilegiando el montaje para obtener mayor verosimilitud en las imágenes.

Antoine Doinel es un hijo concebido fuera del matrimonio, alguna vez escuchó tras las paredes que su madre se lamentaba de haberlo procreado. No le prodiga caricias ni palabras de aliento, sólo cuando Antoine descubre accidentalmente que engaña a su padrastro con otro hombre, ella se acerca al hijo en actitud cínica, temiendo que Antoine cuente la verdad. La pareja pelea constantemente delante del niño y la mujer encuentra que su marido es un perdedor bueno para nada.

Una célebre frase de Buda dice: «Una familia es una relación entre varias mentes diferentes. Si esas mentes se aman entre ellas, el hogar será tan bonito como un jardín de flores. Pero si esas mentes no viven en armonía, será como una tempestad que arrasa el jardín». Refleja el espíritu de la película, en el sentido negativo, Antoine vive sumido en un infierno desprovisto de amor y palabras de afecto. Se equivoca como todos los seres humanos, pero él recibe castigos cada vez más severos. Hace la cimarra debido a que los profesores lo odian, sólo su amigo René parece comprenderlo. Roban dinero, van al cine y a juegos de feria, pero luego de robar una máquina de escribir, su propio padre lo encierra en una correccional. Quiere desentenderse de Antoine, le estorba, cuando Antoine le escribe para confidenciarle sobre la relación con su madre, el padrastro lo abandona a su suerte, su madre lo visita y se ríe en su cara, está deseosa de que el chico sufra los embates de la vida.

Antoine anhela su libertad, escapa y la cámara lo sigue en un hermoso travelling por los alrededores del pueblo, siempre huyendo, sin mirar atrás, hasta llegar a orillas del mar en búsqueda de su lugar en el mundo.

Cinta tributaria de Cero en conducta (1933), su protagonista es un chico castrado por el sistema de educación imperante, rígido y autoritario, que lo castigará escribiendo cuatrocientas veces: «ofendo a los muros de la clase».

Cero en conducta es su fuente de inspiración. Valioso mediometraje francés, homenaje y rescate del cine mudo (el vigilante se asemeja mucho al personaje de Chaplin). Jean Vigo (su director) dota a esa historia bastante simple de unas imágenes verdaderamente memorables: la guerra de almohadas, la toma del techo, los juegos de sombras. Se burla del principio de autoridad mostrando a cuatro niños enarbolando banderas de lucha ante las injusticias acaecidas al interior de un internado. Refugio del espíritu infantil, libre de las normas que castigan a los alumnos con un cero en conducta. De gran simbolismo, presenta a un director enano, de voz aflautada, que junto al inspector pretenden uniformar las mentes de los niños. Quizás el director del colegio representase una especie de Napoleón y, por otro lado, la conquista de los tejados podría suponer una toma de la Bastilla, especie de canto revolucionario, en este caso bajo la hegemonía de una bandera pirata. Un deleite a los sentidos y demostración de que el cine podía ser un vehículo de crítica social.

Cero en conducta representa a una crítica colectiva (los niños) al sistema educacional, en cambio Los 400 golpes centra su punto de vista en Antoine, un muchacho en particular que huye de ese sistema arbitrario.

Filmadas en épocas diferentes, su mensaje universal es el mismo.

 

También puedes leer:

Los cuatrocientos golpes, de Françoise Truffaut: Poesía para la libertad.

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) ha publicado las novelas FearEl rincón más lejano, Tan lejos. Tan cerca, El pasado nunca termina de ocurrir, y las nouvelles Siempre me roban el reloj, El martirio de los días y las noches, además de los volúmenes de cuentos Sin besos en la bocaMeditaciones de los jueves (relatos y ensayos) y Reflexiones de la imagen (cine).

 

 

 

Tráiler:

 

 

Aníbal Ricci Anduaga

 

 

Imagen destacada: Un fotograma de Los cuatrocientos golpes (1959), de François Truffaut.