[Estreno] «La noche de los muertos vivientes»: El monstruo que nos infectó a todos

Dirigida por el desaparecido realizador estadounidense George A. Romero y estrenada originalmente en 1968, esta obra audiovisual fue escogida por el «The New York Times» en su lista de las mil mejores películas jamás filmadas en la historia del cine. Remasterizada, la plataforma de streaming de Centroartealameda.tv la pone nuevamente a disposición de las audiencias nacionales.

Por Ezequiel Urrutia Rodríguez

Publicado el 7.2.2021

Durante las últimas décadas del siglo XXI, es bien sabido que existen dos tropos narrativos que han dominado la audiencia: los zombies y los superhéroes (y para los que manejan este último campo, una saga de cómics que combina a los dos).

Es aquí donde podemos ver a la pionera de este primer género, la cual deslumbraría con el ingenio de George A. Romero, así como de la dinámica constante de acercamientos, detonando tanto intriga de sus espectadores como la constante ansiedad de los mismos.

Esto a su vez es gracioso, ya que pensando en la última década, hemos estado tan acostumbrados a presenciar monstruos grotescos, y que al final solo son otra diana en la mira de los protagonistas, que prácticamente olvidamos lo básico. Una lucha por la supervivencia, enfrentando la mayor amenaza para los humanos: otros humanos.

La noche de los muertos vivientes (1968), relata entonces cómo una pareja de hermanos, que casualmente iban al cementerio a dejar flores a sus padres, se cruzan con un misterioso hombre que vagaba en solitario, quien resultaría ser nada menos que uno de esos monstruos que anda en las calles devorando a las personas.

Dichos eventos nos llevarían hasta una (conveniente) casa abandonada donde un grupo de supervivientes se esconde de los muertos, grupo del que Romero, además, destacaría por su desarrollo de ciertas perspectivas sociales que suelen atribuirse a la humanidad. Atributos que se encargan de dividirlos en jerarquías bajo una mirada bastante darwiniana.

Pero antes de cualquier otro análisis, pasemos a dar una vuelta por los cristales.

 

Antes del fenómeno de «Resident Evil»…

La introducción de esta película aprovecha el clásico efecto del Gran Plano General, combinado con esta típica toma por carretera que llama al espectador a sumergirse en este mundo. Pero que al mismo tiempo, la música extra-diegética dictamina todo lo contrario, dando a los mismos una señal de advertencia, incitándonos a huir.

Asimismo, los enfrentamientos con los zombies tienden a enfocarse casi a la altura de los hombros, permitiendo al espectador apreciar en sumo detalle la tensión detrás de dicho momento, así como el miedo de nuestros protagonistas al, literalmente, ver a la muerte a los ojos.

Cabe agregar, que una forma ingeniosa de retratar, especialmente los encuadres de los enfrentamientos, fue el acercamiento brusco de las cámaras hacia ciertas zonas específicas, tales como puertas, ventanas, y personajes que resultarían claves para ciertas acciones.

Eso sí, lo único que empaña un poco la experiencia, y más por el hecho de lo mal que han envejecido ciertos elementos, es esa gama de clishés del género del terror que, en la práctica, son bastante estúpidos.

Tales como caerse mientras huyen del monstruo, o la misma falta de empatía con los supervivientes que están en shock (incluso, es raro que faltara el típico el auto no enciende, justo cuando el monstruo está encima).

Ahora bien, ya que hablamos de clishés, es interesante cómo Romero establece un monstruo que contrastaría tanto con sus ediciones posteriores. Es decir, un zombie que es capaz de agarrar piedras y defenderse, así como de destruir los vehículos de sus víctimas, deja en claro que son más que meros depredadores.

De ese modo, Romero nos recuerda que estos monstruos no dejan de ser seres humanos. Su peor cara, pero humanos a fin de cuentas.

Por otro lado, ya que hablamos de los supervivientes, estos podrían ser divididos en tres categorías: el Alfa, que vendría ser representado por Ben; los Beta, en Harry; y los Omega, en la figura de Tom.

En la figura del Alfa, como más de uno ya debe saber, tenemos a este sujeto dominante que se empodera de la situación. Es quien toma las decisiones frente al ataque zombie, monta las respectivas defensas y salta al frente a defender al grupo.

Los Beta, por su parte, serían esta versión rastrera de hombre, un ser débil de carácter pero que arroga ser más de lo que es. Su sueño frustrado es ser el Alfa del grupo, y es capaz de traicionar a todos con tal de conseguir ese sueño, pero a la hora de la verdad solo demuestra lo que ya todos saben: no tiene lo necesario para esta labor.

Finalmente, tenemos a los Omega, que vendrían a representar al hombre común, el que entiende que no es un Alfa, aunque no por eso deja de lado a quienes les importan. Por sus cualidades, necesita de un guía para sortear estas situaciones y asume su papel con humildad, a la vez que sabe que de ese modo, él y los suyos estarán a salvo.

Lo único que sí se añejó bastante de esta premisa es el rol de las mujeres dentro de esta cadena, quienes, en la obra de Romero (como es de esperarse), no pasarían de ser las víctimas de los monstruos que deben quedarse en el sótano mientras los hombres pelean.

Esto último lleva a muchos debates sobre cómo han ido cambiando los roles de género a lo largo de los años, tema del cual se puede sacar todo un ensayo. Pero de momento, solo se puede apreciar el cambio de las mujeres en estas historias, ejemplos como Gill Valentine, Clear Redfield, el famoso Proyecto Alice, entre otros.

Ahora, se suele decir desde quienes crecieron con la saga de Alice que la historia de Romero no es muy recomendable, cosa que no podría discrepar todavía más. La noche de los muertos vivientes, si bien no tendrá esta corporación difundiendo un arma viral, aprovecha la simpleza de su plot para generar un metraje único, un pionero en un género que la rompería cuatro décadas más tarde.

Es así como nacerían piezas como The Walking Dead, Zombieland, y la ya antes nombrada. Piezas que a veces aumentaría el nivel, y otras veces fallarían, pero que mantendrían viva esa esencia, esa que por 40 años marcó su tendencia, hasta volverse el monstruo que nos infectó a todos.

 

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Ezequiel Urrutia Rodríguez nació en la comuna de San Miguel (1996), pero ha vivido toda su vida en los barrios de Lo Espejo.

Es egresado de administración empresarial del Centro Educacional Alberto Hurtado y de pedagogía general básica de la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez, con la mención en lenguaje, comunicación y literatura.

También es el autor de la obra homónima Kairos, del sello independiente Venático Editores, y es el dueño del canal de YouTube Poesía con Armin, en el cual adapta su repertorio a material audiovisual.

Asimismo, es socio activo de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) y participa del grupo en Podcast, Momento Literario.

 

«La noche de los muertos vivientes» (1968)

 

 

Tráiler:

 

 

Ezequiel Urrutia Rodríguez

 

 

Imagen destacada: La noche de los muertos vivientes (1968).